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El Pascuero del Serviu deja su pega tras 51 años

Luis Godoy entró como administrativo en 1965 al Ministerio de Vivienda y se quedó ahí hasta la semana pasada, cuando se jubiló entre el cariño de sus colegas.
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Ignacio Araya C.

Era septiembre de 1965 cuando Luis Godoy Díaz entraba a trabajar en el área administrativa de lo que hoy es el Servicio de Vivienda y Urbanización (Serviu). En ese entonces existían corporaciones dependientes del Minvu: la Corporación de Servicios Habitacionales (Corhabit), la Corporación de Mejoramiento Urbano (Cormu), la Corporación de la Vivienda (Corvi) y la Corporación de Obras Urbanas (COU). Y en ese año, le dijo a su señora que, a lo más, iba a estar diez o quince años trabajando ahí, "y después nos cambiamos de rubro".

No se dio ni cuenta cuando cumplió 51 años trabajando en el área de finanzas del Serviu. Y el fin de semana pasado, el viernes, fue su último día antes de acogerse a retiro. Sentado en la sala de reuniones del lugar donde ha trabajado tantas décadas, Luis siente el peso de no volver a trabajar donde ha estado siempre.

-Me arrepiento de haberme jubilado… no sé, es que son muchos años- se ríe.

El más antiguo

-¿Cómo entró usted al Serviu?- pregunta "La Estrella".

-Caminando poh, jaja. Había captación de empleados, postulé y quedé- recuerda Luis. En esos años él trabajaba en Santiago como trabajador del área Postulaciones. En esos años, habían carpetas ordenadas en orden alfabético donde la gente llevaba sus papeles para postular a la casa propia. -Y de ahí se hacía el listado con los puntajes para asignarle la vivienda, que nunca han sido suficientes- cuenta.

Los primeros años de trabajo estuvieron bien, pero el problema era el caos en una capital que de a poco se transformaba en ciudad cosmopolita. El Metro recién se construía y un tremendo hoyo en la mitad de Santiago ayudaba a un desorden en la locomoción colectiva. Bocinazos aquí y allá de conductores apurados que tenían a Luis con neurosis. "A veces para no tomar micro me quedaba a dormir en la oficina", dice.

Las citas al psiquiatra se sucedían cuando a Luis lo destinan para Antofagasta, en mayo del 74. "Vengo por una semana pero me enamoré de Antofagasta, me quedé acá porque a los quince días me vine trasladado". Acá en el norte, en una ciudad mucho más tranquila que el ajetreado Santiago, el hombre se recuperó solo.

Pasaron los años y Luis se quedó en el área de finanzas. Vio cientos de proyectos que fueron construyendo la ciudad que conocemos hoy, además de otros que nunca se vieron. "El delegado me dice que le habían aprobado un proyecto para hacer un edificio en calle Washington, que se iba a expropiar toda la esquina hasta el edificio de Ladeco para hacer una torre con galería comercial. Nunca se hizo", recuerda.

En el Serviu se hacía, a finales de los ochenta, la tradicional celebración navideña. Había un funcionario que se ponía la barba con traje rojo y ya se convertía en el Viejo Pascuero. Había un único pero: cobraba. Luis se ofreció a hacerlo gratis y hasta ahora no ha faltado a ninguna navidad.

-O sea, me he perdido de una sola, el año pasado. Tuve que viajar a un control médico a Santiago y coincidió con la fiesta de acá- dice. Pero este año, nuevamente se encargó de alegrar a los niños con su parecido a la idea del viejo pascual.

El viernes, como habíamos dicho antes, fue su último día de trabajo. "Puedo indicar su dedicación al trabajo, compromiso y que es un libro abierto respeto a nuestra historia ya que comenzó en las antiguas corporaciones y después pasó al Ministerio cuando éste fue creado. Un dato no menor, es que desde hace ya muchos años, no sé cuántos, es nuestro viejo pascuero, ha visto crecer a nuestros niños y hasta el día de hoy se prepara especialmente para la celebración que realizamos para Navidad", cuenta Isabel de la Vega, directora del Serviu. Y ese día, después de despedirse de todos, salió de su oficina con el cariño de todos los amigos que conoció en medio siglo de servicio a la región.