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Fernanda confirmó que la "tortuga gigante fantástica" todavía vive

Tras un análisis genético liderado por la Universidad de Princeton se determinó que el animal pertenece a una especie que no se había visto desde 1906.
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EFE

Se llama Fernanda, en honor a Fernandina, la isla en la que fue descubierta, y es la primera de su especie identificada desde hace más de cien años, un ejemplar de "tortuga gigante fantástica", de la que hasta ahora solo se conocía otro espécimen hallado en 1906.

Fernanda fue descubierta en 2019 pero ahora, gracias a un análisis genético, investigadores de Princeton liderados por Stephen Gaughran confirmaron que la especie no está extinguida, al menos mientras Fernanda siga viva.

Al secuenciar los genomas de Fernanda y del espécimen hallado en 1906, el equipo demostró que las dos tortugas fernandinas pertenecen a la misma especie (Chelonoidis phantasticus o "tortuga gigante fantástica") y son genéticamente distintas a las demás.

Los detalles del hallazgo se publicaron en la revista Communications Biology.

"Durante muchos años se pensó que el espécimen original recogido en 1906 había sido trasplantado a la isla, dado que era el único de su especie, pero ahora parece que es una de las pocas que estaban vivas hace un siglo", resume Peter Grant, investigador en Princeton.

Y es que, cuando se descubrió a Fernanda, muchos ecologistas dudaron de que fuera una tortuga phantasticus nativa, ya que el ejemplar carece del llamativo ensanchamiento de la espalda del espécimen histórico macho.

Otro elemento de duda es que aunque las tortugas no pueden nadar de una isla a otra, sí pueden flotar y ser transportadas de una isla a otra de las Galápagos por huracanes o tormentas importantes, y además hay registros de marineros que trasladaron tortugas entre islas.

Para determinar de qué especie era Fernanda, Gaughran secuenció su genoma y lo comparó con el del espécimen recogido en 1906 y con muestras de las otras 13 especies de tortugas de Galápagos: tres individuos de cada una de las 12 especies vivas y una de la extinta C. abingdonii.

"Vimos -sinceramente, para mi sorpresa- que Fernanda era muy similar a la que encontraron en esa isla hace más de 100 años, y ambas eran muy diferentes de todas las tortugas de las otras islas", dijo Gaughran.

El equipo cree que Fernanda tiene más de 50 años, pero es pequeña, posiblemente porque la escasa vegetación atrofió su crecimiento.

Para Adalgisa Caccone, autora principal del estudio e investigadora en la Universidad de Yale, el hallazgo es esperanzador pero también plantea nuevas preguntas como ¿hay más tortugas en Fernandina con las que iniciar un programa de cría? ¿cómo colonizaron las Galápagos las tortugas Fernandina y cuál es su relación evolutiva con las otras tortugas gigantes?

Desde 1906, se han encontrado escasas pero convincentes pruebas de que las tortugas gigantes podrían seguir viviendo en la isla Fernandina, un volcán activo situado en el extremo occidental del archipiélago de las Galápagos que tiene fama de ser la mayor isla virgen de la Tierra.

El origen de estas tortugas en Galápagos se remonta a hace dos o tres millones de años, cuando una tormenta arrastró a una o varios ejemplares gigantes desde el continente sudamericano hacia el oeste y como no nadan, se reprodujeron con otras en sus propias islas, lo que dio lugar a una rápida evolución, el mismo patrón que siguieron los pinzones de las Galápagos.

En la actualidad, existen 14 especies diferentes de tortugas gigantes de las Galápagos, todas descendientes de un mismo ancestro.

Las poblaciones de tortugas fueron diezmadas por los marinos europeos que las cazaban para alimentarse, tras descubrir que podían mantenerse vivas en sus barcos con un esfuerzo mínimo, ya que los reptiles podían sobrevivir con poca comida o agua.

Fernanda se encuentra ahora en el Centro de Tortugas del Parque Nacional de Galápagos, un centro de rescate y cría, donde los expertos están viendo qué pueden hacer para mantener viva su especie.

Bebés reaccionan frente al comportamiento antisocial

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Los bebés de ocho meses son capaces de hacer juicios morales y actuar acorde con ellos, según un estudio que vio que los pequeños castigaban el comportamiento antisocial de un tercero contra otro, representados estos últimos como dibujos en la pantalla de un computador.

La investigación, liderada por la Universidad de Osaka (Japón) y publicada en Nature Human Behaviour, indica que la motivación que impulsa al castigo podría ser intrínseca y no aprendida.

El castigo del comportamiento antisocial sólo existe en los humanos y se ve en todas las culturas; sin embargo, el desarrollo del comportamiento moral no se conoce bien, por ello el equipo hizo una serie de pruebas con niños de ocho meses, a pesar de la dificultad que ello entraña.

"La moralidad es una parte importante, pero misteriosa de lo que nos hace humanos", por eso el equipo quiso saber si el castigo a terceros con actitudes antisociales está presente a una edad muy temprana, pues "ayudaría a señalar si la moralidad es aprendida", explicó el autor principal del estudio, Yasuhiro Kanakogi.

El primer paso fue familiarizar a los bebés con un sistema informático que mostraba animaciones en la pantalla, en concreto dos cuadrados de diferentes colores y con ojos.

Los niños podían controlar las acciones en la pantalla con la mirada, de manera que al fijarla en uno de los objetos durante un periodo de tiempo suficiente quedaba destruido, en este caso caía una piedra desde arriba que aplastaba al cuadrado.

Luego, uno de los cuadrados parecía "hacer daño" al otro, con empujones, golpes y arrinconándolo en los bordes de la pantalla, tras lo que los investigadores esperaron la reacción de los bebés.

Kanakogi calificó los resultados de "sorprendentes", pues los bebés eligieron castigar al antisocial aumentando el tiempo de su mirada hacia él. Además de esa prueba, los investigadores hicieron experimentos de control para excluir otras interpretaciones del comportamiento de la mirada de los bebés.

La observación de este comportamiento "indica que los seres humanos pueden haber adquirido tendencias de comportamiento moral durante el curso de la evolución", según Kanakogi, quien añadió que "el castigo del comportamiento antisocial puede haber evolucionado como un elemento importante de la cooperación humana".

Este nuevo paradigma para estudiar la toma de decisiones en un contexto social podría suponer un punto de inflexión en el estudio cognitivo infantil, según los autores.