Secciones

Relato de un segundo día de caos: la odisea de llegar a tiempo al colegio

Para algunos antofagastinos no hay opción: salir a las 6:45 de la mañana desde el norte para alcanzar una micro al centro.
E-mail Compartir

Ricardo Muñoz Espinoza

Alas 6:15 horas de la madrugada suena el despertador del celular. Aún está oscuro y cuesta diferenciar el día de la noche con esta escasa luminosidad, pero con los ojos aún pegados por el sueño, el objetivo poco a poco comienza a aclarar: dejar temprano a la hija mayor -de ocho años- en su colegio o al menos alcanzar a tomar una micro a tiempo.

El establecimiento ubicado en pleno centro de Antofagasta cierra las puertas a las 8:00 en punto. No es la idea llegar tarde por su primer día de clases, también el primero después de dos años de asignaturas online o híbridas por el confinamiento.

En tiempos normales o al menos cuando sólo una parte de los establecimientos tenían clases presenciales, el tiempo desde el sector de la Plaza Bicentenario hasta el centro demoraba cerca de 20 a 30 minutos. Veamos si corremos con la misma suerte.

Después de arreglarla, darle desayuno, peinarla y equiparla con su mascarilla, estamos listos para salir... aún oscuro.

Desde lejos el inconfundible letrero brillante de la línea 129 aparece en medio de la penumbra. No sabemos si viene muy llena o si medianamente vacía. Pero tenemos suerte y alcanzamos dos asientos.

La micro ya tenía harta gente aparte de nosotros. Si salimos a las 6:44, no imagino a qué hora se levantaron ellos para no toparse con el infernal caos vehicular entre las 7 y media y las 9.

Pasaron sólo ocho minutos desde que abordamos el taxibús y ya se llenó a la altura de Teatinos. Su capacidad está más que a tope y el chofer sigue subiendo personas por la puerta trasera, porque en la principal no hay más espacio. Mientras viajamos nos percatamos que todos tienen mascarillas, pero sólo algunos correctamente puestas, los que incluso después de dos años de pandemia todavía la traen colgada de bajo de la nariz. Hay unas ventanas que no logramos abrir, por lo que tal vez la ventilación podría ser un problema si queremos evitar contagiarnos.

Cuando ya estaba claro, a las 7:20 llegamos. Tenemos 40 minutos de ventaja antes de la entrada, pero el centro ya está lleno de escolares, como si fuese 2019. Después de hacer hora, logra ingresar sin problemas.

Entonces, de vuelta al hogar, pero la micro queda atrapada por varios minutos en calle Valdivia, en un atochamiento debido a que hay una sola pista.

Mi esposa no ha tenido la misma suerte. Nuestro hijo menor de un año y 10 meses ingresaba al jardín en el sector de El Olivar a las 8:30 y optó por Uber para evitar el caos.

Como es alta demanda en hora peak la aplicación le cobró 13 lucas. No quedaba otra que pagarlas o esperar largos minutos y llegar tarde, algo que no se permitió porque su ingreso al trabajo en el sector sur es a las 9:00. Llegó a las 9:20, pero al menos fue mejor que el miércoles.

A la misma hora el caos se apoderó del segundo día. Los eternos trabajos en Avenida Pedro Aguirre Cerda a la altura de Caparrosa colapsa el tránsito en esa arteria principal, que se vuelve escenario de una competencia para ver quién pasa primero.

Algunos conductores en Víctor Farías se aburrieron de esperar el semáforo corto y se les ocurrió mover el auto por la mismísima línea del tren en Héroes de la Concepción. Y por si no fuera suficiente una rotura de matriz tenía un taco kilométrico en el Trocadero, una combinación de factores que ocasionaron más de una hora de retraso en varios que descargaron su ira en las redes sociales, especialmente en Twitter.

"Antofagasta tiene mucho auto y no hay más opciones de transporte público, ni más avenidas", se lamentaba un pasajero que viajaba en el mismo taxibús (ver tabla).

Mientras tanto, yo pensaba que sí hay dos opciones: o salir en busca de locomoción tempranísimo o enfrentar el estrés de las mañanas.

En el regreso, aún después de las 8:00, la micro se demoró una hora en el mismo tramo de ida desde la casa al colegio.