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¿Su hijo no come? Estas fórmulas lo pueden ayudar

Estudios dicen que entre el 10% al 25% de los niños chilenos en edad preescolar presentan problemas para alimentarse, cifra que puede haberse incrementado con la pandemia. Pero hay técnicas para solucionarlo. Acá algunas.
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Ignacio Silva

Isidora Astete dice que, más allá de todo lo negativo, haber sido mamá poco antes de la pandemia fue una suerte porque le permitió estar junto a su pareja en todas las primeras etapas de Agustina, su hija de un año y tres meses.

Dentro de esas etapas, comenta, una de las más complejas ha sido la de la comida: el apego a su hija hizo que a esta le costara dejar de alimentarse sólo de leche materna. Y no sólo eso.

"Con el tiempo logramos que empezara a comer colados y ya cuando cumplió el año le empezamos a dar vegetales blandos", relata Astete. "Al principio reaccionó súper bien, le encantaban algunos vegetales y frutas que uno no esperaría que le gusten. Pero de un rato para otro algunos, como el plátano, dejaron de gustarle por completo y todavía no entendemos por qué".

Situaciones como esa fueron las que motivaron a Lía Ibarra, una terapeuta ocupacional especializada en integración sensorial y conducta alimentaria, a comenzar en octubre pasado @mi.hijo.no.come, una página de Instagram en la que comparte datos y tips a mamás y papás preocupados por los problemas que presentan sus hijos e hijas a la hora de comer.

"Lo que pasa es que hay muchos mitos e ideas obsoletas en torno a la alimentación. Por ejemplo, no podemos esperar que a un niño le encante el brócoli automáticamente. Tienes que presentárselo unas 20 veces para que sepa qué le parece", explica la especialista.

¿Qué tan comunes son estas situaciones? Un estudio desarrollado antes de la pandemia por profesionales de la Universidad Católica revelaba que del 10% al 25% de los niños chilenos en edad preescolar presentaban problemas para alimentarse. Pero para Ibarra, el contexto de cuarentena ha aumentado los casos.

"Es que la pandemia jugó a favor y en contra a la vez. A favor porque los papás tuvieron una visión más objetiva de sus hijos, en el sentido de que pasaron más tiempo con ellos y eso permitió que fueran más sensibles a las necesidades de sus hijos", argumenta. "Pero por otro lado, este cambio tan abrupto llevó a la pérdida de rutinas. Eso crea muchos mensajes contradictorios y efectivamente una de las actividades que los niños aprenden a manejar para tener mayor control sobre el medio es la alimentación. Eso hace que a veces, en busca de este control, dejen de comer".

Prácticas

Aunque Lía Ibarra asume que es difícil detectar cuándo un niño efectivamente tiene problemas en sus conductas alimentarias, dice que hay un parámetro para detectarlo.

"A veces el criterio basta con que para la familia sea muy difícil alimentar a ese niño", dice la especialista.

Eso sí, agrega que hay pasajes de la infancia en que es normal que el niño coma menos. "Hay un periodo crítico en la alimentación que es de los dos a los tres años. En ese período ocurre un cambio fisiológico, los niños empiezan a comer menos porque su tasa metabólica disminuye", dice. Y agrega: "Hay otro episodio del desarrollo, que en la literatura se llama la neofobia. Los niños empiezan a tenerle miedo a lo nuevo, entonces se empiezan a enfrascar en comer solamente lo que ya conocen. Por eso hay que ofrecerle lo nuevo tantas veces".

Teniendo en cuenta ese escenario, la terapeuta recomienda dos prácticas que suelen traer buenos resultados en sus asesorías. La primera es darle a conocer al niño lo que está comiendo. "Yo siempre le digo a los papás que el conocimiento es lo que a ti te hace confiar, sólo así puedes saber qué esperar. ¿Cómo se aplica a esta situación? Bueno, si le das huevo revuelto a un niño, explícale qué es el huevo, cómo es antes de llegar al plato. A un niño más chico puedes mostrarle cómo es, pártelo y que vea que cuando cae en el sartén se convierte en lo que conoce", explica Ibarra. "Si a mis tres o cuatro años la comida siempre me ha llegado servida en el plato, probablemente voy a querer comer el arroz o los fideos siempre de la misma forma".

La segunda es sencilla: nunca engañar. "Por ejemplo, pasa mucho que el niño come colados y el papá le pone el colado hecho en casa en el envase del comprado. Pero nuestros niños que tienen ciertas dificultades en el procesamiento sensorial son como detectives de los cambios, se van a dar cuenta y lo único que hacen con esas prácticas es mermar la confianza", ejemplifica la especialista. "En vez de eso, es mejor jugar con la comida. Es un cambio de paradigma porque siempre nos dijeron que estaba mal hacerlo, pero ayuda a que el alimento no sea connotado como algo forzoso que solamente aparece en la mesa. Hay que cambiar de mentalidad".

"Si le das huevo revuelto a un niño, explícale qué es el huevo, cómo es antes de llegar al plato".

Lía Ibarra, Terapeuta Ocupacional

"Es mejor jugar con la comida. Es un cambio de paradigma porque siempre nos dijeron que no".

Lía Ibarra, Terapeuta Ocupacional