Cartas
Dignidad de las personas
La pérdida de confianza por parte de la ciudadanía en el sistema democrático en las últimas décadas explica, en gran medida, la actual y significativa crisis que estalló este fin de semana en nuestro país.
Entre 1990 y 2019 la adhesión a instituciones y personas, que supuestamente deben velar por la dignidad de las personas, disminuyó de 70 a 30 puntos, lo que sumado a diagnósticos sociales y culturales erróneos fue co-creando esta realidad invisible de descontento e insatisfacción ante la imposibilidad de acceso a una vida con igualdad de oportunidades.
El modelo neoliberal nos atrapó a todos, haciéndose parte de nuestro ADN el individualismo, el proyecto personal por sobre el colectivo. Así, hemos sido cómplices de una violencia estructural que con los años ha producido un daño profundo en el tejido social de nuestro país, con una estratificación socioeconómica que hemos validado desde nuestros propios egos. Y en este camino de desequilibrio e inequidad cada sector creyó tener la solución con su proyecto, diferente y excluyente del otro, haciendo imposible lograr un acuerdo político que evitara la violencia estructural, encubridora de la violencia directa y simbólica. Así nos olvidamos del principal patrimonio de un país: la dignidad de sus personas.