Cartas
Noviembre huele a carmenère
Como se habrán dado cuenta no me canso de hablar del vino. Y cada vez me convenzo más de lo necesario que es. En cada actividad que participo en torno al morapio me invade la sensación que hablamos mucho y sabemos poco. A modo de interactuar con el público en una verbena en Iquique, consulté a los parroquianos con copas en mano. ¿Qué cepa se redescubrió en Chile, en qué año y mes fue, y dónde? Nadie contestó, o quienes intentaron tirar algunos descorches, erraron. Todos hablamos del boom del vino y la gastronomía, de cuánto ha crecido el mercado y cuánto hemos degustado. Sin duda, nuestra vanagloria mundial. Pero mientras no logremos comprender el valor cultural, económico, patrimonial y universal que la viticultura chilena tiene, estamos condenados a hacerlo vinagre. El "descubrimiento de la carmenère" hace exactamente veinte años, un 14 de noviembre de 1998, es un símbolo elocuente de ello y de la sabiduría subyacente entre los chilenos que debemos madurar y cosechar. Creo fielmente que el vino debe ser nuestro referente mundial, reconocido como patrimonio cultural y natural de la humanidad, por ser la superficie más extensa en el mundo de vitis vinífera. ¡El vino es bueno porque el vino es Chile!