Cartas
A mi hijo Andrés
Hoy me he enterado que tu alegría, ya no alegra más aquí, que tu sonrisa ya no será parte del paisaje. Que tu aroma ya no se impregnará en mi ropa cuando me abrazabas, ya no.
Tengo la certeza de que cuando partiste, sabías cuanto te amaba. Que cuando partiste, tu corazón se fue con paz y amor.
He derramado millones de lágrimas, las cuales no harán que vuelvas, he llorado hasta alcanzar ese sueño profundo y que al despertar todo haya sido más que una pesadilla.
Hijo, ya no logro ver el mundo de igual manera sin ti. Ya nada es igual, las cosas que me alegraban ya no lo hacen y todo lo bonito ha perdido el color, no hay momentos en que no piense en ti.
El recuerdo de tu risa, los momentos de complicidad que fueron solo nuestros. Mi hijo, mi cómplice, mi amigo. Sé que volverás a estar junto a mí, mas quiero que sepas la inmensa falta que me haces. Daría todo por el último abrazo, pero a pesar de este inmenso dolor, celebro tu vida, celebro cuan correcto llevaste tu estilo de practicar tus valores entregados.
Lo caritativo, lo amistoso, lo humano, nunca vi maldad en tus ojos ni en tu actuar. Una parte de mí se fue contigo, pero una parte de ti se quedó junto a mí para cuidarme. No hay sicólogos, ni libros, ni personas que digan cómo debo llevar mi luto.
¿No hay olvido para la tristeza?,
¿No hay olvido para el dolor?, ¿Puede una madre olvidar la partida de su hijo?, ¿Puede olvidar tu sonrisa de niño convertido ya en un hombre? Creo que no.
Mayo me mira desde el calendario implacable, duro y lleno de dolorosos recuerdos. Me dice que ya es un año de tu partida y que llegaste en un 18 de mayo, que vi disfrutar tu infancia, que te vi convertirte en un hombre de bien y que de una u otra manera marcaste la vida de todos los que estuvieron en tu camino.
Guatón, estoy orgullosa de ser tu madre, elevo la mirada y le doy besitos al cielo porque sé qué desde lo más alto me cuidas. No me cansaré de repetirlo, orgullosa estoy de ti, de cuan valiente, de cuan guerrero fuiste. Tu manera de enfrentar tan cruel enfermedad, sin quejas, ni apremios, mientras otros se quejan por todo.
Sería tan lindo hijo mío que tú sostengas mi mano día a día, pero sé que al momento de mi hora, tú serás quien me espere con los brazos abiertos y me llenarás de besos por todo el tiempo que no estuvimos juntos y al final tomados de la mano, caminaremos para estar juntos por siempre hasta la eternidad. Te amaré por siempre hijo, mi guatoncito Andrés Montiel Díaz.
tu mamá