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En la "zona cero": brigadista K-9 relató la experiencia vivida en México

A poco más de un mes del terremoto, voluntario contó como fue la misión rastrear víctimas en los escombros.
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Ricardo Muñoz Espinoza

Fue el martes 19 de septiembre cuando un terremoto de magnitud 7,1 azotó con fuerza la zona de Puebla en México, dejando así una cincuentena de edificios destruidos y casi 370 víctimas fatales.

A sólo días de aquel suceso que golpeó fuerte al país azteca, rescatistas de varias partes del mundo llegaron hasta Ciudad de México para trabajar en la labor de ubicar potenciales atrapados, en el mejor de los casos aquellos que aún se encontraban con vida.

La Región de Antofagasta también dijo presente en estos operativos, a través de un equipo compuesto por cuatro brigadistas que conforman la ONG K-9 de Creixell Chile, una unidad especializada en la localización de personas a través del trabajo con perros detectores.

Reynaldo Rivera, Luis Plaza, Francisco Morales, Roberto Morales y Javier Monje de Calama, acompañados de los perros especializados: Máximo, Nicki, Norbu y USAR, conformaron el equipo de la región que llegó el viernes 23 de septiembre hasta tierras aztecas, los mismos que ya habían estado en los pasados terremotos de Turquía o Ecuador.

Originalmente se esperaba que trabajarían siete días en la zona, pero las labores se extendieron por tres jornadas más.

Y a poco más de cumplirse un mes desde la catástrofe, Reynaldo Rivera y quien también es tercer comandante del Cuerpo de Bomberos de Antofagasta, recordó dicha experiencia y cómo se vivió la situación.

Labor

En cuanto al trabajo se cumplió el objetivo al realizar varias demarcaciones, pero desafortunadamente sólo lograron detectar fallecidos. En una oportunidad y en un solo edificio, recuerda que llegaron a ubicar 40 cuerpos.

"Los emblemáticos fueron una señora desaparecida que su madre la estaba buscando y un joven de 19 años, buscado por su familia".

Reynaldo añade que pese a estar viviendo los días posteriores a esta emergencia de gran magnitud, la comunidad mexicana siempre tuvo el sentimiento de salir adelante, algo que mostraban en el agradecimiento con los nortinos: "la ciudadanía muy cordial y colaboradora, en todo momento nos daban las gracias por ir desde tan lejos a ayudar. Nos daban mucha comida... ellos se emocionaban de vernos ahí, a veces hasta se quebraban agradeciéndonos, porque los perros fueron bastante efectivos".

A veces con jornadas que iniciaron durante la madrugada y en una oportunidad incluso estuvieron en labores por casi 30 horas seguidas, siempre está presente ese sentimiento que ocasiona el deber cumplido. Pese a ello, debajo del casco, guantes y el traje de brigadista, están los humanos que no quedan indiferentes ante tristeza de la gente que perdió a sus seres queridos. Para ello, cuando terminaban las labores se reunían como grupo y analizaban lo sucedido para así mantenerse fuertes.

"Lo que más nos marcó fue cuando tuvimos que ir a la Escuela Enrique Rebsamen (cuya estructura se desplomó, mientras niños y adultos se dirigían a la salida de emergencia)...fue más complicado, por el tema que todos tenemos hijos. Lo de los niños y las personas más débiles siempre te afectan, es algo que después lo conversamos".