Así funciona la guardería del campamento Los Arenales, hecha por sus propios vecinos
Muchas mujeres en los campamentos del sector alto de Antofagasta tenían el mismo problema: necesitan trabajar, pero no tienen con quien dejar a sus niños. Y cuando ni el papeleo ni los cupos les dejaron encontrar un jardín, las mismas vecinas se organizaron y armaron su propia guardería en los cerros, donde los niños juegan, se conocen y forman lazos.
El sol recién está saliendo por entremedio de los cerros cuando Patricia Yupanqui está levantando a María Belén, su niña de un año y cuatro meses. Una vez que la bebé ya está despierta, la toma en brazos y se va caminando desde el campamento El Bosque -ubicado bajo la falda de un cerro en el sector alto de Antofagasta- hasta el Nuevo Amanecer Latino. Ya van a ser las ocho de la mañana. A esa hora ya están esperando las tías Elizabeth, Katherine y Leslie, todas ellas a cargo de la única guardería comunitaria que funciona para los diez campamentos que están en Los Arenales.
En el pequeño jardín ya hay ocho niños que no superan los cuatro años. Enrique está jugando con un camioncito, le pone letras de madera como carga y lo lleva de aquí para allá, mientras la tía Leslie le sonríe a Alonso, un bebé de tres meses, el más pequeño del grupo. Los niños juegan a la espera del desayuno, no saben de nacionalidades ni papeles ni todas esas cosas que les han pedido a algunos de sus papás para tenerlos en un jardín establecido.
-A veces la mujer no puede trabajar porque en la Junji no hay cupo, o algunos porque no tienen documentos. Las mamás están sufriendo violencia y no pueden trabajar porque no tienen quién le cuide los niños... y los hombres aprovechan eso- reflexiona la mamá de María Belén, sentada en una pequeña banca acompañando a las parvularias.
Que esto fuera realidad costó cinco meses de trabajo con los dirigentes, dice Elizabeth Andrade, coordinadora de la guardería y presidenta del Nuevo Amanecer Latino. Cuando se empezaron a organizar, se dieron cuenta que la seguridad era la prioridad número uno, tomando en cuenta amenazas externas y también las internas, como casos de violencia intrafamiliar. Varias mujeres se juntan a conversar sus experiencias. Es una realidad existente, dice ella.
-Entonces decíamos ¿qué hacemos? ¿cómo nos organizamos para ayudar en este tema?- cuenta Elizabeth. Ahí salió la idea de la guardería. Todo se lo han autogestionado: alguien colaboró con mesitas, después salieron unas sillas, unos libros de pintar, juguetes. Es poco, pero sirvió para comenzar con el proyecto. La ONG Fractal se hizo cargo de respaldar las prácticas profesionales de las parvularias y Pablo Rojas, psicólogo, los acompañó en el proyecto. Así se echó adelante la idea, instalando la guardería en el Centro Comunitario Nuevo Amanecer, que funciona oficialmente como comedor.
Los niños juegan todos los días hasta la una de la tarde, cuando las madres van pasándolos a retirar. Hay una dificultad, eso sí. Lo ideal para ellas es que funcionara hasta las 4, para permitir efectivamente que las mamás puedan trabajar durante la mañana, pero no tienen los materiales necesarios para hacerlo. De partida, si tuvieran un refrigerador, podrían conservar los alimentos para poder hacerles almuerzo a los niños. O si tuvieran camas y colchonetas, también dormirían la siesta.
-La primera actividad fue implementar las cosas, porque no había nada- cuenta Patricia Yupanqui, quien se vino del Perú a buscar un futuro en Antofagasta. El plan original era que los papás pudieran colaborar con algo para la guardería, como un cloro para la limpieza o una silla, pero varios no tienen trabajo. Los que no podían solventarlo, trabajaron en levantar la guardería.
Proyectos
Hay una radio chica colgada en la pared donde suenan las canciones del Perro Chocolo. María Belén está durmiendo. Los otros niños están esperando a la tía Leslie, que fue a comprar pan para el desayuno. Mientras tanto, a Axel, Allison, Chris, Bricelda, Mónica, Jorge, Sebastián y Enrique, los vigila la tía Katherine.
Las dirigentas de los campamentos están proyectando tener una guardería más amplia, en otro sector donde puedan tener toda la implementación necesaria y cumplir la idea de atender hasta las cuatro. Están pensando en hacer un bingo para comprar los materiales, ya vieron un terrenito dónde hacerlo y los mismos papás van colaborando con ideas.
-Los padres ponen un poquito de su colaboración, venir y estar pendientes. No se trata sólo de dejarlos acá, sino que hacerlos partícipes de este proyecto. Así los niños no se quedan con personas desconocidas, más que con nosotras mismas que somos dirigentas- dice Mónica Valencia, presidenta del campamento Rayito de Esperanza, también detrás del Liceo Los Arenales, allá donde termina la calle Cerro Pedregal al norte.
Mónica cuenta que en estas semanas los niños han creado lazos entre ellos, que la guardería en ese aspecto ha funcionado, y es por eso que requieren más ayuda para ampliarse. Hace poco recibieron una donación de juguetes, cuenta Elizabeth:
-Necesitamos juegos didácticos de estimulación temprana. Nos estamos valiendo de nuestros medios pero al final a la guardería, cuando se vaya de acá, le va a faltar muchas cosas de implementación. Tazas, platos, más mesas... entonces todo lo estamos autogestionando.
El proyecto piloto de la nueva guardería tiene dos fases: para niños de 1 a 2 años, y otra para niños hasta 4 años y 11 meses. La idea es tratar de abarcar el máximo posible de niños en dos salas que tendrán, pero depende también de la colaboración que puedan reunir para ello. Ayudar, en el fondo, a mejorar su calidad de vida. Fractal los asesora con reuniones semanales para ir viendo cómo avanza el trabajo, y una psicopedagoga orienta a las parvularias con las planificaciones curriculares.
-Ya es hora que cambiemos la imagen de la palabra campamento. Lo que sale en la tele, de prostitución, delincuencia, muestran sólo lo malo, pero hay gente buena que rescatar. Hay muchos migrantes que dejan sus familias, madres solteras que tienen que luchar- reflexiona Elizabeth.
Ya van a ser las nueve de la mañana y después de un ratito viene llegando la tía Leslie con una bolsa llena de crujientes marraquetas para hacer el desayuno y después seguir jugando con los niños. El día en la única guardería de los campamentos en Los Arenales recién comienza.

