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Tras toda una vida de alguero se atrevió y envió su 1ª exportación

Dice que está viviendo un sueño. Un día pensó que su trabajo podría tener más valor y pidió ayuda a profesionales. El resultado: su primer container ya va navegando al otro lado del planeta... ¿y él? Simplemente feliz.
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Andre Malebrán T.

Fernando Montecinos de 57 años comenzó a sus tiernos ocho con la ocupación que hoy lo tiene viviendo un sueño. Así lo describe justo en días en que ve materializada la idea que lo llevó a recorrer Asia buscando oportunidades de emprendimiento. Pero lo que tenía entre ceja y ceja no se trataba de cualquier negocio, sino de tal cual como lo han soñado muchos en su posición: se trataba del negocio propio.

De oficio eterno, recolector de algas y mariscador, Montecinos sigue recorriendo las costas regionales a diario, pero ahora buscando el material que lo tiene como exportador para una cada vez más pujante clientela oriental deseosa de sus envíos.

Hace un año y medio recogía algas por medio del varado natural, para venderlas en toneladas a unos 540 mil pesos. Sin embargo ahora calcula que en ingreso bruto, sin descontar los gastos propios que conllevará su emprendimiento, podrían estar ingresando unos seis o siete millones por el mismo peso. O sea, harto más de lo que estaba acostumbrado a recibir por el mismo trabajo.

"Es por el valor agregado", explica la considerable diferencia, conociendo ya más el sistema que lo tuvo durante toda su carrera encerrado solo en una faceta de lo que esta industria podía ofrecerle.

Trabajo

"Tengo que ir a buscar [algas] a caleta El Blanco y El Cobre, entre Taltal y Paposo... Y a todos esos lados", relata a La Estrella el antofagastino justo en medio de su trabajo.

Con harta paciencia toma las algas que bota el mar y las va secando en molinos con los que se les saca las impurezas. Además con vibradores y mallas, le remueve entre otras cosas la tierra.

"En este momento estoy medio complicado, pero en una media hora más podemos seguir hablando, es que en estos momentos estoy en el pesaje de las algas", explica con tono urgido cuando le interrumpimos en las horas de más ajetreo para conocer su historia.

Pero en líneas generales la cosa pasó más menos así: a mediados del 2015, cuando entregaba sus recolecciones a exportadores locales, en su mente comenzó a crecer la idea de asumir él mismo el rol de vender en el extranjero, sin un tercero que se encargara de la distribución, ¿el único "pero"? No sabía cómo hacerlo.

"Quería tratar de copiar lo mismo que hacían las demás personas, entregando un valor agregado", recuerda con la mirada al cielo ya un poco más desocupado.

Como alguero siempre trabajó solo. Comenzó con una maquinita moledora de algas que fabricó él mismo. Sacó los permisos correspondientes, y se puso a moler.

"Con el tiempo hice dos molinos, hice mis cajoncitos y todas mis herramientas. Pero como le explico, me surgió la idea de poder exportar para sacarle un valor agregado (al producto)", insiste.

Harto de imaginarse sus posibilidades, con el bichito metido en la cabeza y la ayuda de cercanos, se sentó frente a un computador y empezó a buscar cómo concretar el negocio.

Fue así que dio con ProChile, una institución del Ministerio de Relaciones Exteriores encargada de la promoción de la oferta exportable de bienes y servicios chilenos. Tomó contacto con ellos y en pocos meses ya estaba sentado en un vuelo viajando al otro lado del mundo.

"Ellos (ProChile) me ayudaron, me dijeron que sí era posible, que ellos me podían buscar posibles clientes en el extranjeros y me enviaron. Fui enviado cuatro veces, primero a una misión en Tailandia, Hong Kong, y el resto a la República Popular China, que viene siendo Shanghai, Beijing... Y hasta que logré encontrar un comprador", describe contento esos días no tan lejanos.

Marcia Rojas, directora de ProChile en Antofagasta, comenta sobre la experiencia que pudieron desarrollar y de don Fernando: "es un ejemplo para el resto de los pequeños recolectores. Su caso demuestra que con perseverancia es posible convertirse en exportador".

Cooperativa

Esta idea que califica como maravillosa, tendrá una segunda patita que emociona tanto a Montecinos como a sus demás colegas algueros.

Quiere establecer una cooperativa, con la que puedan generar más recursos económicos y sentirse todos beneficiados.

"Así pueden salir adelante muchos pescadores artesanales que no pueden surgir permanentemente (...)", indica agregando que los exportadores "básicamente lo único que hacen es enviar al extranjero. Y el valor agregado se lo ganan ellos. Son muchas plantas chicas que surten a esas empresas, por eso es que hay que tratar de formar una cooperativa más adelante, para lo cual ya estamos en conversaciones con Corfo".

De ejecutar ese nuevo desafío, serían muchos los que podrían ser rescatados para ser parte de los beneficiados directos.

"Queremos vender por medio de la cooperativa al extranjero y realizar una sola entrega al cliente, y ProChile nos va a ayudar (...) hay que sacar bien las cuentas de los gastos del camión, la aduana, del flete y toda la empresa. Pero los número lógicamente que ya están".

Su primer container tardará un mes y medio en llegar al lejano oriente. El envío inicial del negocio dejó con tan buen ánimo al emprendedor, que adelanta que éste fue el primer y último envío con solo un container: "Ya ahora con esto yo me pongo a hacer un segundo container por entrega. Así que en la próxima entrega van a ser dos si Dios quiere".

Son 26 toneladas por carga que partirán mensualmente, con un tiempo de viaje de un mes y medio. Su primer partida, obviamente la más simbólica y esperadas de todas, ya navega por el Pacífico con la misión de transformarse en insumo para hacer desde productos gourmet, cosméticos, shampoo, jabones, perfumes y hasta parches medicinales que sirven para curar quemaduras. Son más de 200 subproductos, entre los que se destacan además el plástico y materiales de neumáticos.

"Yo he trabajado toda mi vida en esto. De buzo mariscador y vendiendo algas. Desde los ocho años metido en esto (...) lógico que para mí esto es un sueño. No puedo creerlo. Si cuando me llevaron a Tailandia, China, Japón, todos esos lados, no podía creer lo que estaba pasando. La media suerte poh", finaliza.