Oda a la "madre del viento"

Señor director:

Empotrada en el norte salitrero se encuentra una ciudad pujante y esplendorosa. Se llama Tocopilla y es "madre del viento" y tiene por hijos a pescadores y mineros que con su sangre carmesí han teñido el suelo salobre y el mar azulino. Yo le amo porque le amo, porque no existe motivo para no amar a este terruño que me vio nacer con sus grandes cerros y su costa desmembrada. Como un lecho cálido te muestras al mundo, cubierto con colcha de agua marina y con almohada de cerros minerales, que como guardianes celosos te protegen del viento y del polvo. En tu nacimiento fue tu padre un hombre de la vieja Europa, llamado Domingo de nombre y Latrille por apellido, el cual con visión profética te fundó en una apartada caleta que bañada por el mar descargaba en grandes naves el blanco salitre que se marchaba hacía el viejo mundo. Tocopilla es tu nombre, pero tu apellido es belleza, eres la reina de la alegría y la madre de la nobleza que como un punto en aquella cimitarra llamada Chile brilla en la empuñadura de la espada. De este lugar muchos han partido buscando fama y fortuna, escritores, actores y deportistas hoy veneran tu nombre, nunca te han olvidado y ellos serán los ornamentos de tu historia en un futuro no lejano. Te reconocen en otras partes por tus extrañas formaciones rocosas, un simpático camello, un fornido elefante y un misterioso paraguas, todos ellos como su consistencia perduran en la eternidad, haciendo de ti una ciudad única. Tu energía alimenta el mineral más grande de Chile para que el hombre con sus callosas manos extraiga la bonanza del dúctil metal rojo, es por eso que eres importante y eres el vástago que afirma las pretensiones de Chile. En tu cuerpo fulgurante corren venas donde circulan muchos de tus habitantes, son las más importantes aquellas llamadas 21 de Mayo, Prat, Sucre, Matta y Esmeralda y por aquellas han circulado los pies de Jodorowski, Sánchez y Pérez, que te han elevado a la cima de la fama. Amada Tocopilla desde el fondo de mi alma hoy grito hacia los vientos que el amor de tus hijos es eterno e inmortal, yo me prosterno ante ti agradeciendo que me tengas en tu seno. Querida madre de los vientos, aquí estoy presente para ser nuevamente una de tus voces que hablará por aquellos que ya no están y que no volverán, pero que han sido la fuerza generadora de tu pujanza y progreso. Como el amor del hijo hacía su madre puedo comparar este amor mío, que se funde en el crisol del tiempo trastornando las mentes de aquellos que no comprenden, como un lugar en medio de la soledad del desierto puede originar tanto entusiasmo y evocación fraterna.

Leslie Ann Spataris Figueroa

Colegio Sagrada Familia