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Los imborrables recuerdos del Polvorazo en Chuquicamata

Un ex trabajador y la hija de un sobreviviente de una de la mayores tragedias mineras de la historia, cuentan detalles de aquella fatídica jornada. Se cumplen 49 años y todavía está en la memoria de quienes conocieron del accidente.
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Elizabeth Pérez

Son ya casi cinco décadas, pero para quienes vivieron de cerca el conocido "Polvorazo de Chuquicamata", parece que fuera ayer cuando se registró una de las mayores tragedias mineras de la historia.

Cuando el día de un segundo a otro se hizo noche. Cuando una gran nube cubrió todo el campamento y provocó de inmediato un profundo escenario de dolor y desesperanza.

Las comunicaciones en septiembre de 1967 no eran como en la actualidad, por lo que confirmar qué había ocurrido podía ser cosa de largas horas.

Una espera que para muchos se hizo eterna. El corazón palpitaba fuerte, todos a la espera de saber cómo estaba su padre, esposo, hermano o hijo.

No había claridad con respecto a nada. Lo único cierto es que algo muy malo había ocurrido. La columna de polvo que se generó, hacía que todo el escenario fuera aún más triste.

Ese 5 de septiembre sigue grabado en la memoria de todos los chuquicamatinos, que vieron como 22 de los suyos perdían la vida en lo que luego se convirtió en el mineral a rajo abierto más grande del mundo.

Han pasado 49 años y nunca existió total certeza sobre las verdadera causas que provocaron esta tragedia. Verdaderas teorías se comenzaron a generar entorno al "Polvorazo".

Uno de los testigos en primera persona de esa fatídica jornada es Osciel Maya, polvorero de oficio, el destino quiso que hoy pudiera contar lo que vivió aquel día.

"Yo tuve un accidente y quedé con problemas a la rodilla. Entonces tuve que cambiar de función, ese día estaba ahí pero no tan cerca, pero sí muchos de mis amigos, de compañeros que entraron a trabajar conmigo, estaban en ese turno y murieron en la explosión", relató.

A sus 80 años, cuenta que en la época no era tan difícil como hoy entrar a trabajar a Chuquicamata.

"A veces los mismos jefes, los gringos, bajaban a Calama y empezaban a elegir gente. Todo era tan distinto en esa época", rememora con un dejo de nostalgia.

Su memoria hoy está más frágil. El paso del tiempo ha hecho lo suyo. Sin embargo ese día, sigue grabado en su memoria, en su recuerdo mantiene a sus compañeros.

Ese día -recuerda- fue como todos. Entraban a las siete de la mañana, tomaban desayuno y comenzaba la jornada.

Partió la cuadrilla a la instalación de los explosivos, sin pensar que para 22 de ellos sería la última vez que realizarían dicha tarea.

"Fue terrible. Fue un sonido tremendo que nos remeció a todos. Yo estoy mal de los dos oídos, porque fue muy fuerte. Uno se pierde, había mucha tierra, olor a pólvora y los cabros que estaban trabajando ahí mismo, algunos los encontraron en puros pedacitos. Fueron pocos los que encontraban, por decir algo, un pie o una cosa así", relató entre lágrimas.

El propio Osciel reconoce que muchos de sus compañeros eran porfiados. A pesar de que sabían que debían resguardarse, muchos no lo hacían, se escondían.

A los 58 años se retiró, pero desde ese momento no ha pasado un solo día en que no recuerde la tragedia en la que estuvo presente.

Un padre que partió

La mayoría de quienes estuvieron trabajando ese día como mineros, con el correr de los años han fallecido.

Sin embargo cada historia, cada recuerdo vivido en aquella jornada de profundo dolor para la minería, fue heredada a sus hijos, esos que hoy también cuentan cómo vivieron ese 5 de septiembre.

Heriberto Bolados falleció el año pasado a los 88 años. A él el destino esa jornada le tenía guardada una nueva oportunidad para empezar.

Su hija Miriam, que vivía en el campamento en esa época, recuerda claramente cómo fue todo. "La gente corriendo por los cerros, nosotros en el colegio saliendo, después la gente gritaba que había habido una explosión en la mina y estaban todos muertos. Como niña para mí fue impactante porque sabía que mi papá trabaja ahí, sin saber si él estaba ahí. Al principio a mi padre lo dieron por fallecido", relata.

Su madre estaba en el hospital porque había sido una cirugía y junto a su hermana Elba intentaban entender qué había ocurrido.

La desesperanza en un comienzo era total, sin embargo con el correr del día la tranquilidad regresó a ellas.

"En el transcurso del día mi papá apareció lleno de polvo, ensangrentado. Mi papá nunca superó eso. Siempre tuvo en el recuerdo a sus compañeros", comenta.

Ese hombre a quien acompañó hasta el último día, jamás olvidó a sus compañeros. A él la vida lo premio. Ese no era su momento para partir y escapó de la muerte.

"Mi papá dice que él y tres compañeros se bajaron en ese rato porque se les había quedado algo. Había como una casita donde ellos se resguardaban, que podría ser como el pañol, una cosa así, cuando sintieron la explosión y vieron volar los cuerpos de sus compañeros", relató.

Algo que jamás pudo olvidar. Un milagro le permitió llegar a viejito para contarles la historia a sus hijos y nietos.

"Él y sus otros compañeros se salvaron de milagro. No era su momento. Pero mi papá hasta que falleció, siempre se acordó, nunca perdió la memoria. Siempre que contaba sus ojitos se llenaban de lágrimas, nunca perdió el recuerdo de la historia", concluyó.

Una tragedia que muchos siguen recordando. Romería y misas en su honor se organizan para no olvidar el "Polvorazo".