Cientos -si no miles- de turistas se fueron en noviembre a peregrinar a Putre, pequeño poblado altiplánico que por entonces aún pertenecía a la región de Tarapacá. Ahí, se decía, se podría observar en todo su esplendor el eclipse de sol que se vio durante la mañana del 3 de noviembre de 1994.
No tan lejos de ahí, en Antofagasta, en las esquinas todos pueden comprar la última novedad, gafas para ver el eclipse. Suponiendo la altísima demanda, las vendían a $2.500 (unos cuatro mil de hoy), pero después terminaron rematándose a $800. De boca en boca se comenta que las embarazadas, si miran el eclipse y se toman el vientre, tendrán un bebé con un lunar.
Con la mitad de las escuelas vacías -muchos niños no fueron a clases- los antofagastinos vieron el peak del eclipse a las 9.20 de la mañana. Sin embargo, no fue tan espectacular como en el lejano Putre, porque lo que más se sintió fue la baja de temperatura, de 18 a 16 grados. "Esperaba que la mañana se convirtiera en noche", decía decepcionada la secretaria Mabel López.
¿Qué le pasó a Totó que anda atacando a la gente?