La última misión del suboficial mayor Guillermo Farías Vilches
El militar fue una de las dos víctimas fatales que dejó un accidente carretero en 2008 que se produjo en medio de una misión de entrenamiento. Ese año debía retirarse del Ejército, pero pidió quedarse por un año más y participar de ese viaje.
Cristian Castro O. - La Estrella de Antofagasta
Ya estaba toda la caravana militar preparada para partir poco antes de las nueve de la mañana, a la última misión de entrenamiento del año. Dos camiones, un bus y una camioneta componían el convoy de la I División del Ejército que ese caluroso domingo 16 de noviembre del 2008 que partiría desde el interior del recinto castrense, ubicado en la zona sur de Antofagasta, hasta el sector de Portezuelo para realizar maniobras de entrenamiento militar.
Entre la comitiva que integraba el grupo de viaje estaba el suboficial mayor Guillermo Farías Vilches, quien a sus 52 años realizaría su última campaña militar, ya que para el próximo año debía presentar su retiro.
Los vehículos encendieron sus motores y los soldados, cabos, suboficiales y coroneles subieron a los transportes blindados.
El coronel que iba abordo de la camioneta preguntó por segunda vez a Farías si estaba seguro de querer acompañarlos en esta misión, ya que el suboficial mayor había tenido una afección a su salud hacia apenas pocos días atrás.
"Es mi última misión mi coronel y tengo que ir. Total si tengo que morir, moriré con las botas puestas", fue la respuesta que le dio el militar a su superior.
El reloj ya apuraba la marcha y uno de los amigos y camaradas de armas de Farías se acercó para saludarle y preguntarle por cómo se encontraba. Después de unas breves palabras, ambos militares se estrecharon la mano y se despidieron, "nos vemos a la vuelta", le dijo Farías a su colega cuando la camioneta partió junto a la caravana, pero el suboficial mayor jamás regresó de la misión.
Llamado a las armas
Guillermo Farías Vilches nació en Teno, una pequeña localidad de la séptima región ubicada a unos 17 km. de Curicó, misma provincia donde nació el joven héroe de la Guerra del Pacífico, Luis Cruz Martínez, siendo tal vez este personaje una de las motivaciones para que de pequeño, Guillermo decidiera consagrar su vida a la defensa de su patria.
A los 18 años ingresó a realizar el servicio militar en Santiago, en donde tuvo la oportunidad de entrar a la Escuela de suboficiales del Ejército. Desde esa institución formativa le destinaron al regimiento reforzado exploradores, en Antofagasta.
Llegó a la ciudad siendo un veinteañero, y en su trayectoria militar de más de 30 años de servicio le tocó realizar tareas transversales en las que destacó como mecánico, conductor, bodeguero, instructor y ya en sus últimos años, administrativo.
Feliz Familia
Y fue en el norte donde el militar sureño conoció el amor. Recién llegado hizo amistad con una bella joven antofagastina de 19 años y no pasó mucho tiempo para que se iniciara un noviazgo entre ambos, el que, al cabo de dos años concluyó con un feliz matrimonio de tres décadas que solo la muerte logró separar.
"El era muy buen padre, muy buen esposo. Yo trabajaba todo el día y el se preocupaba de los niños, les daba comida, los acostaba, les ayudaba con la tarea, se daba el tiempo de hacer eso. Ahora, es sabido que la vida de un suboficial mayor no es simple ya que demanda demasiado tiempo, y en ese aspecto el era muy trabajólico, pero nunca se perdió los momentos importantes de nuestra familia", cuenta su viuda, Sandra Olivares.
También, quienes conocieron a Farías coinciden de que el militar siempre estaba dispuesto a ayudar a los más jóvenes, y no solo en lo que refiere a la instrucción militar, sino que también en asuntos administrativos, es decir, cuando los conscriptos más jóvenes no sabían cómo realizar ciertas tareas, el suboficial mayor Farías se encargaba de esos trámites, por lo que era llamado 'el asistente social' de los cabos y conscriptos.
Un fin absoluto
Sin duda Guillermo Farías era un padre, esposo e hijo ejemplar, pero el militar que habitaba dentro del civil dominó hasta las últimas intenciones de este hombre.
"Guillermo fue llamado a retiro para octubre de 2008 junto a otros cuatro suboficiales más. Él junto a los otros militares que debían retirarse para esa fecha presentaron una prórroga para quedarse por un año más. Solo mi esposo fue aceptado", cuenta Sandra.
En noviembre de 2008 la I División realizaría la última campaña del año, donde un destacamento debía dirigirse a portezuelo, en pleno Desierto de Atacama, para practicar tácticas de guerra.
Entre quienes debían ir a la marcha, programada para un domingo, se encontraba Farías, quien participó de una reunión de camaradería el viernes (dos días antes de partir) con sus compañeros de armas antes de iniciar la misión.
Allí, copa de vino tinto en mano, Farías evocó (como nunca antes lo había hecho) sus recuerdos más entrañables con sus camaradas. Rió, conversó, reflexionó y aconsejó.
"Fue un tarde especial. Todos le dijimos que era un militar muy respetable, el se emocionó. Conversamos mucho sobre todo, a el le gustaba mucho hablar de historia, pero en algún momento se descompensó y se tuvo que retirar", dice el suboficial Marcelo Rauld, amigo y camarada de armas de Farías. Un malestar en su salud provocó que el suboficial mayor fuese llevado hasta el Hospital Militar de la ciudad. Según dice su hija, Karla Farías, a su padre se le subió la presión.
"El doctor le dio la opción de que no fuera a la campaña, pero Farías insistió e insistió de ir porque era su última misión, y el debía de estar allí", dice su compañero de armas, Marcelo Rauld.
Ni sus amigos ni su esposa le convencieron de lo contrario. Farías estaba determinado a ir a la misión.
'Con las botas puestas´
Después de partir esa mañana, en medio del camino que une a Portezuelo con La Negra, en la Ruta 5 Norte, el convoy militar se detuvo por unos instantes para realizar algunas reparaciones poco antes de las once de la mañana.
En ese momento, un camión de alto tonelaje que venía en el mismo camino impactó mortalmente a la camioneta militar, produciendo que ésta embistiera a la vez (producto de la colisión) al cabo segundo Pedro Jara Morales de 31 años, quien murió en el lugar.
El choque dejó también a dos militares heridos de gravedad (quienes posteriormente se recuperaron) y un segundo fallecido.
Allí, en el asiento trasero de la camioneta, precisamente donde impactó el camión, yacía sin vida el cuerpo uniformado del Suboficial Mayor Farías, el cual ostentaba sus lustrosas botas puestas.