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Por amor al séptimo arte: La vida del pintor de carteles del norte

Por décadas creó las gigantografías que entusiasmaron a los cinéfilos para ingresar a ver un filme. Hoy dice que no ve las que tienen efectos especiales y cuenta cuáles fueron las películas que más gustaron en el norte de Chile.
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Andre Pierre Malebrán Tapia

¿De qué género es la película que protagoniza Federico Zeidlel? Si tomamos en cuenta todas las décadas que se dedicó de forma gratuita a realizar lo que consideraba un deber más que un hobbie, armado no con una espada y un escudo, sino que con un pincel y una paleta, podríamos sindicarlo casi sin equivocarnos como protagonista de un filme de género épico. Pero aunque de heroico tiene mucho su relato -alejado de los escenarios bélicos- su historia más bien, tiene un tono un poco más cercano al cine romántico.

Hijo de un alemán, nació en 1936. Recuerda que en esos años andaban buscando a los alemanes residentes para que fueran a luchar, así que cree que su papá guardó silencio sobre las cosas que pasaban en Europa para no tener que abandonarlo, a él, a sus once hermanos y a su madre.

El gran amor de su vida llegó temprano. A sus ocho años conoció en la localidad de Vicuña, por allá en la década de los cuarenta, al séptimo arte. La película que lo flechó fue Enrique V (1944), dirigida y protagonizada por Laurence Olivier, cuando se exhibió en tecnicolor transformó las horas que el pequeño Federico pasaba en el sala de proyecciones en su razón de vivir.

-La verdad no sé por qué. Solo me gustó- cuenta mientras sostiene fotos de sus afiches. Sus manos ya arrugadas, con ochenta años, se encargaron de crear los enormes cuadros que muchas generaciones veían hasta inicios del siglo XXI, en varias comunas del norte.

En ese tiempo no llegaban muchos rollos tecnicolor, así que de a poco fue convirtiéndose en testigo del progreso en el que se destacaron las películas de cowboys; de John Wayne, de Kirby Grant, y otros actores que ya casi nadie recuerda.

Trataba de permanecer ahí, frente a la pantalla, así que cuando se fue el pintor del Teatro Popular de Vicuña, se ofreció sin pensarlo e inició el trabajo que mantuvo siempre.

-Yo anduve metido desde los ocho años ahí (en las salas)... ¿Por qué? ¡Por que me gustaba el cine poh! Incluso dejé de estudiar por seguir al cine -explica.

¿Dedicó toda su vida a los carteles?

-Sí, (de forma) legal, unos cincuenta años. Los otros (años) yo pintaba así... Gratis.

¿Pintaba gratis?

-Sí, lo que pasó es que había un cine (en Vicuña), y los municipales hicieron un teatro nuevo y no le pusieron el techo porque le iban a poner uno de un cine más viejo. Así que otro gallo aprovechó que mientras a uno le sacaban y a otro le ponían techo, de abrir otro cine, y le puso "Teatro Popular", porque este gallo era yugoslavo y era comunista (...) Ya eran los años cincuenta. Ahí empecé porque se fue el pintor oficial y yo me puse a pintar sin que nadie me lo pidiera... ¿Qué tal me salía? No me acuerdo, pero total que el dueño me preguntó ¿tú pintaste eso? Yo le dije que sí, y ahí me quedé, en algo que parecía cine. Jajaja... Tenía butacas de madera y como eran pocas, le pusieron unas bancas en la platea. ¡La galería era un chiquero!

Por amor al 7° arte...

Comenta que antes pasaban las películas con un solo rollo, uno chico, y ahí iban parando porque tenían una sola máquina, así que diez minutos duraba la cinta. Después pusieron dos rollos y con eso se podían ver escenas más largas y continuas. En ese tiempo se usaba una ampolleta, así que poco se notaba; de hecho en las películas de Tarzán, la Mona Chita se veía en algunos cines y en otros no.

¿Se quedó trabajando?

-Claro. Pero yo trabajaba gratis. Después pasé a otro cine y ahí me pagaban 14 pesos al mes. En el año 55 el dueño me trajo al Cine Imperio a Antofagasta. Trabajé en todos los teatros de Antofagasta, y a los demás cines de la zona norte les mandaba mis trabajos. Acá en la ciudad habían siete cines: el Nacional, el Imperio, Latorre, Colón, el Astor, el Rex y el Gran Vía.

La época de las dobles funciones

-Sí, en matinée y noche era doble, pero en vermouth daban una no más. Después se empezó con el rotativo continuado.

¿Trabajaba en taller?

-No. Yo pintaba en el suelo. Lo que pasa es que me guié por cómo lo hacían los otros pintores. Ponía el cartelón en el suelo y ahí con una regla empezaba. No había espacio, así que cuando te ponías a pintar se corría toda la pintura. Con los pinceles casi tiesos, ahí empezaba. Después ya adquirí la práctica.

¿Guarda alguno?

-El único que tengo guardado es uno de Indiana Jones. Los otros las empresas las mandaban a otras ciudades. Si yo hacía los de todo el norte, y nunca me pagaron nada a mí. No me pagaron nunca por los dibujos.

¿Y cuál era su trabajo?

-Pintar las letras no más. Si yo hacía los dibujos porque yo amo al cine, y eso es lo que me llevaba a hacer las gigantografías, pero nunca me dieron nada de nada.

Usted vio muchas, ¿cuál recomienda?

-Vi miles... A mí me gustó "El Pibe" (The Kid -1921- de Charlie Chaplin), las de Barbara Stanwyck, del George Raft, esas películas de gángsters. Ben Hur de Charlton Heston.

¿Cuáles fueron las más exitosas en Antofagasta?

-Las mexicanas ¡pucha que se llenaban los cines con las películas mexicanas! Eran muy comerciales ellos. Pero ahora están más (enfocadas) en el sexo. Los mexicanos ya no hacen esas clases de películas como de charros, ahora es más de sexo y crímenes. Eran buenas las de Libertad Lamarque, del Jorge Negrete, ¡del Cantiflas! Él era único. También hacían fila por las del Padrino.

¿De los últimos tiempos, qué le gusta?

-Ahora veo más series y las películas que son sin efectos especiales. Encuentro que muchos efectos echan a perderlo todo.

¿De Chile?

- Más me gustaban las antiguas: Ayúdeme Usted Compadre (1968), Caliche Sangriento (1969) y las de Lucho Córdoba.

El 2000 hizo el cartel del filme El Tigre y el Dragón, pero no logró instalarlo. Se terminaba así una vida dedicada al cine, y nunca más fue a una sala.

Ha sido nominado dos veces al Ancla de Oro, pero aún no se lo dieron. Vive con dos hijas, y su tercero: Javier Zeidler, siguió con la tradición de la pintura. Justo hoy -a las 11:30 horas- Javier inaugura su primera exposición, titulada "Sueños de Arte", en el Museo Andrés Sabella. Su padre dice que Javier es un soñador, y ojo, que lo dice alguien que sabe del tema.