Réquiem para una máquina del tren

Y aquellos interminables serpenteos que daban estas caravanas de fierro, trayendo a cuesta las entrañas del desierto.

Energía pura, el otrora famoso salitre de aquel terroso caliche bajando a paso lento hasta el puerto, para volcarlo en las barrigas de los barcos. Esos que habían pululado por la bahía, en su acompasada espera, mecidos por las olas del mar bravío nortino.

Ya no correrán mas, se va la historia con sus capítulos del oro blanco, con sus párrafos de riqueza, con los tiempos dorados de Tocopilla se cierra un ciclo que quiso ser eterno, pero no, no pudo, se acabó.

Adiós a esa serpiente de metal, la que trajo tanta vida a nuestro pueblo y hoy parte a morir lejos, bañada en óxido en algún despoblado por ahí. Olvidada, muy olvidada la máquina del tren, sus carros, las volandas se irán con su trajinar al eterno descanso porque así alguien lo quiso, alguien que no es tocopillano.

Quedarán las cicatrices en los cerros, quedarán sus huellas paralelas estampadas en el caliche, hasta que las hienas carroñeras del metal

se lo lleven todo, todo y quede nada, solo las buenas y hermosas memorias en tantas generaciones tocopillanas.

Manuel Antonio Pallero Beretta,