Secciones

Haciendo cola en el Registro Civil

E-mail Compartir

Tapado con un delgado chaleco que parece no capear en nada el frío de la madrugada antofagastina, un hombre se guarda la carpeta verde bajo el brazo para cambiar la canción que viene escuchando en el celular. Son las siete y media de la mañana y el señor del chaleco mueve las rodillas para estirarse un poco de tanto rato estar en la misma posición, que a esta misma hora otros miles de chilenos imitan inconscientemente en alguna larga cola, esperando -ojalá- sacar un papel o el carné de identidad en el Registro Civil. Al hombre se le ve cansado, pero su movimiento de rodillas ya no parece un ejercicio de calistenia, sino de ansiedad. Él tiene la rara ventaja de ser el primero de la fila.

-Yo llegué a las cinco de la mañana, mi hermano- dice sonriendo.

la cagá

Acá, en esta fría cola fuera del Registro de Antofagasta, a mil trescientos kilómetros de distancia de la capital, nadie de la cincuentena de personas que están acá sabe mucho de negociaciones para destrabar el paro, ni tampoco hay gente anunciando a los periodistas que se quemarían frente a la oficina. El común denominador es el mismo en esta fila y en todo el país. Jugar con el celular, mascar chicle, mirar los cerros para ver ese momento justo cuando sale el sol. Esperar no más, como todos.

-Es que sabí que están peleando por algo que es justo poh- dice un señor de polera roja tipo basquetbolista, posición número 31 de la fila que precede a la de este periodista, que se une a la cola para sacar un certificado de antecedentes.

El señor de polera roja viene a retirar un carné de identidad que en estas fechas debería estar listo, porque lo solicitó antes del paro. Debería, porque todos los documentos solicitados en regiones son emitidos en Santiago, y cuando los terminan, de sde allá viene una valija de vuelta con los carnet y pasaportes cuando están listos.

-Cada unidad regional debería poder sacar sus propios documentos. Cómo vamos a andar pidiéndole a Santiago- dice el señor de polera roja que asegura que los turnos éticos -como este, que nos permitirá sacar papeles en la oficina durante un rato impreciso- también corren con la valija. El problema, es que la última que llegó a la región fue el 29 de septiembre. Todo lo que se está entregando en el Registro Civil es lo que ya estaba de antes.

EL PAPEL

8.05 horas. "¿Me cuida un ratito el lado, que voy allá a la vueltecita?", dice un colombiano que también está en la fila junto con nosotros. Él también viene por una cédula. Al lado, un hombre de lentes de sol viene resignado. Tampoco tiene carné, lo iban a mandar de capacitación a Santiago por su pega como administrativo en el Sodimac, pero nadie puede viajar sin ese ahora maldito pedazo de plástico. Lo peor es que no puede pagarse sin el documento en el banco.

-¿Qué vení a pedir tú?

-Nah, papel de antecedentes no más.

-Pero eso se puede sacar por internet poh -interrumpe el señor de polera roja- ¿Para qué viniste?

Efectivamente, el papel se puede sacar por internet, pero en la fila -al parecer- pocos saben. Se nota cuando un señor de terno, a eso de las 8 y cuarto, nos ordena en dos filas: los que vienen a sacar papeles de antecedentes y los que vienen por "otros documentos". Debemos ser unos quince en la fila de papeles.

A dos cuadras de ahí, en la Gobernación Provincial de Antofagasta, apenas tres personas están esperando para sacar la clave de activación, y así sacar el papel de antecedentes por internet. Don José espera con paciencia. Él llegó el viernes desde Parral a probar suerte en la minería, porque la cosa anda mala en el sur. Con las últimas heladas, la producción de espárragos y arándanos se perdió. No hay en qué trabajar, dice.

-En el centro hay lugares donde te sacan el certificado por 2.500. 2 lucas y media poh, si el papel cuesta como luca -dice antes que lo llamen para entregarle el carné y la clave para hacer el trámite.

Don José dice que va a pagar igual las 2 lucas y media, si no le queda otra. Los otros dos señores que están en la banca de enfrente asienten con la cabeza y brazos cruzados. Ellos vienen desde Temuco atraídos por el bienestar económico que podría traerles un paso trabajando por las áridas tierras de Calama. Y justo viene a pasar esto, dice uno. El ojito.

carnet en mano

De vuelta en la fila, el hombre que se levantó a las cinco de la mañana pierde su puesto. La abuelita Yolanda Alarcón (87), a la que debieron prestarle una silla del quiosco del frente para que pudiese descansar de tanto rato parada, será la primera en ser atendida. El hombre del celular no tiene problemas en aceptar.

A las ocho y media, por fin la fila comienza a avanzar, pero solamente la de papeles. El paso es calmado. La fila del frente mira con resignación.

Nadie quiere estar en esa fila, porque a esa puede que les den una respuesta totalmente distinta a la que esperaban cuando se levantaron de la cama de madrugada, con la ciudad aún con luna.

-¡Carnet y mil cincuenta pesos en mano! - dice un funcionario de terno gris.

-"Pero hija, ¡ya estamos acá dentro! ¡Apúrate!", masculle entre dientes por teléfono una señora desesperada, porque la interesada en el documento fue a comprar y la dejó haciendo fila, una fila que avanza muy rápido comparado con las lateras horas que pasaron. En cosa de segundos, la triste fila ahora está apurada buscando en la billetera la plata justa para pagar el certificado. Los funcionarios están aceleradísimos.

-¡Carnet y mil cincuenta pesos en mano! -vuelven a repetir.

El periodista entrega el carnet y cinco lucas. Como si no hubiera nada más importante que hacer, como si la situación no fuese lo suficientemente complicada para todos, el periodista tiene la mala idea de meter conversa.

-Harta gente ¿ah?

-…

No hay respuesta. La funcionaria está apurada, porque hay que atender al máximo de gente posible. El turno ético dura una hora, pero a veces puede ser menos, o más. Da el vuelto y -por fin- el papel de antecedentes. La respuesta a la ingenua consulta llegó después de eso.

-¡Siguiente!

A la salida del Registro Civil, ya con el documento en la mano, un hombre furioso sale y bota una cinta de contención. La gente ni lo mira. Todos están en otra. Los funcionarios de terno tratando de explicar a la gente que muchas de sus peticiones son imposibles de cumplir, las caras preocupadas de quienes tienen que inscribir un nacimiento, sacar el pasaporte para viajar con urgencia. Mañana, a las siete de la mañana, van a estar en esta esquina otras caras igual de resignadas haciendo fila, porque mientras no se solucione el conflicto allá en el lejano Santiago, el ciudadano común y corriente tiene una pura opción. Esperar. J