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Las historias que quedan en los 106 años del Club de la Unión

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Pedro Simunovic, presidente del Club de la Unión de Antofagasta, no podía creer lo que veía la madrugada del sábado. El edificio donde cada lunes y jueves se juntaba con los noventa socios del club a jugar dominó y cacho, se reducía a cenizas luego del violento incendio provocado -al parecer- por el sobrecalentamiento de la red eléctrica.

Todo se fue con el fuego: los elegantes salones, los históricos cuadros, el balcón. Todo. Sin embargo, don Pedro no se amilana y cuenta que ya habría disponibles parte de los fondos necesarios para iniciar la reconstrucción del que fuera el más importante club del norte del país en la época salitrera. "La voluntad es hacer el club nuevamente ahí, pero tenemos que conversarlo con profesionales que sepan bien del tema", cuenta Simunovic.

Desastre aparte, lo que no se pudo llevar el fuego son los recuerdos de más de un siglo de tradición antofagastina. El edificio estaba ahí desde 1904, cuando se ocupaba de estudio fotográfico para los hermanos Lassen. Ambos alemanes, Thomas y Edward fueron precursores de la llegada de este moderno sistema a la pampa salitrera desde 1880. Poco después, la sucesión de los europeos lo arrendó al Club de la Unión, que ya existía en Antofagasta desde 1906. De ahí que hablemos de los 109 años del club.

"El Club de la Unión fue el más importante durante el apogeo de Antofagasta, en la prosperidad del salitre", explica Héctor Ardiles, historiador. "Ellos eran empresarios, funcionarios públicos, grandes comerciantes y gente que estaba vinculada a las grandes empresas mineras del puerto de Antofagasta", cuenta. Personajes tan importantes para el norte como Hermógenes Alfaro alguna vez estuvieron compartiendo en los elegantes salones del Club.

En 1910, el edificio fue testigo de otro adelanto: hacia ese año, los antofagastinos sólo conocían la luz eléctrica gracias a la iluminación pública que estaba instalada en la Plaza Colón. Para homenajear a la patria en su Centenario de la independencia, en las afueras del inmueble se instaló una enorme estrella que funcionaba con electricidad. "Esa estrella nacional prendió todos esos días de celebración. Se hacían grandes fiestas ahí, galas de la fiesta de la primavera, navidad, año nuevo. Cuando venían ministros de estado, eran recibidos ahí, en esos salones", comenta el historiador Ardiles.

De estilo arquitectónico neoclásico, el edificio pasó a ser propiedad absoluta del Club de la Unión en 1954, cuando se firmó la compra definitiva. Pero fue unos años antes cuando ese lugar fue testigo de uno de los acontecimientos más importantes de la vida republicana a comienzos del siglo XX.

EL COMITÉ CIVILISTA

En septiembre de 1932, el país está en anarquía. Derribado el presidente Montero y la república socialista (que durara no más allá de cien días), los golpes de estado se producen a cada rato. El gobierno está en ese momento en manos del general Bartolomé Blanche, y el país está agobiado por la inestabilidad política y económica derivada de la crisis del 29. En esas condiciones, en Antofagasta se formó el "Comité Civilista" que pedía a los militares que volviesen a sus tareas profesionales y dejaran el gobierno.

"El presidente del Club de la Unión les negó la entrada a todos los oficiales que ingresaban al club, y ellos se sintieron boicoteados, llamando a su comandante", comenta el historiador Héctor Ardiles. Así, el 26 de septiembre del 32, el comandante de la primera división del Ejército, Pedro Vignola, le telegrafió al general Blanche, pidiendo que los civiles dirigieran el gobierno y llamasen a elecciones. Presionado por la rebelión de Antofagasta, Blanche renunció.

"El Mercurio de Antofagasta" ponía en boca del ministro de Guerra, el general Luis Otero, declaraciones sobre la nueva etapa que viviría el país: "En estos momentos delicados para la patria, yo doy la siguiente orden. Los militares para siempre a sus cuarteles, no más intervención en las cuestiones extrañas al deber profesional", decía. J