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¡Vamos Tocopilla!

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Señor director: Agradecería dar cabida a mi carta de saludo a mi gente en Tocopilla, sufridos coterráneos. Y salió el sol, anunciando la llegada de un día más. Un despertar tan diferente entre fríos, zozobras, miedos, pesares, tristezas.

Una vez más levantarse, pero esta vez no como cada día rutinario, sino más bien como cada vez que azota una calamidad a nuestra ciudad, oteando horizontes, escudriñando alrededores.

Balance vital ¿qué se fue?, ¿qué quedó? Se fueron más y más esperanzas. Se truncaron más y más sueños. Se apagaron valiosas existencias. Han caído coterráneos en esta cruel batalla contra la naturaleza. ¿Qué se hizo mal? Quién sabe ¿Qué no se hizo bien? Ya no importa. ¿A quién le sirve que le aclaren que fue un ciclón y no un huracán? ¿Le volverá la vida a mi gente que perdió su lucha vital? ¿Se pondrá de pie todo lo caído por los cruentos aluviones? No, nada de eso. Son detalles que no cuentan para un pueblo ya casi acostumbrado a tantas calamidades, a tantas catástrofes. Si pareciera que la fatalidad y el desastre estuvieran escondidos alrededor de Tocopilla. Conviven con el pueblo, en la tierra, en el mar, en el aire que se respira.

Pero como buenos soñadores que somos, jamás hemos renunciado a nuestros sueños, jamás habremos de hacerlo.

Estamos hechos de roca firme, pero con corazón pletórico de sangre sufrida y sacrificada. Somos luchadores por naturaleza, y lucharemos por el sueño personal y colectivo, donde quiera que estemos o andemos el camino, sea una Normita en Caleta Buena, sea una víctima inocente como Teresa Díaz, o un angelito como Krisha. Una mujer madre, un padre aguerrido, un adulto mayor en desvalía, un estudiante proyectado en su futuro.

Todos somos hijos de esta tierra dorada y adorada. Como Tocopilla no hay ¡all right!

No renunciaremos a nuestros sueños, no hay lugar ni tiempo para renunciar o bajar los brazos. No está en nuestro ADN. Somos hijos de un dromedario que, estoico y obcecado, decidió quedarse para siempre cuidando de su gente, aunque fuere convertido en dura roca a la orilla del Pacífico, que de pacífico poco tiene, pero se confabula con mucho más para ayudarnos a vivir en esa subsistencia paradójica entre vida y muerte, entre sueños y realidad, el que quizás con su inmensidad y horizonte eterno y sin fin, nos ha llevado a soñar sin límites ni distancias, y a muchos a embarcarnos en esa travesía valiente y aventurera en pos de sueños personales.

Como sea y donde sea un tocopillano se pone de pie, aunque mil realidades duras lo hayan derribado, aunque mil realidades adversas lo hayan detenido en sus sueños, momentáneamente.

El camino hacia esos sueños sigue ahí, quizás hoy muy deteriorado, pero jamás serán una barrera eterna. Una vez más sabremos cómo volver a abrirlos, repararlos y seguir caminando. De que se puede ¡Claro que se puede! ¡Vamos Tocopilla!

Antonio Pallero Beretta

Estados Unidos