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Una tarde patinando por el hielo en el Circo Ruso

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Vamos a hacer un vuelo en corva, ¿vale?- dice la bella Jasmín, ataviada con un traje rosa y detalles de brillantes. En lugar de zapatos, la princesa de medio oriente completa su vestimenta con unos vistosos patines, a la espera que su partner -Aladdín-, la acompañe a volar por los aires del Circo Ruso sobre Hielo, donde ella es parte de las principales patinadoras. Pero a Aladdín le tiritan las piernas de sólo pensar que va a tener que colgarse varios metros sobre el piso, tomando en cuenta que jamás ha patinado. En esta ocasión, Aladdín soy yo.

CIRCO SOBRE LODO

Son las 3 y la cita está programada en las afueras de la enorme carpa ubicada en la costanera, a un costado de la Universidad de Antofagasta. El reto: transformarse en patinador del Circo Ruso sobre Hielo durante una tarde. La carpa está vacía, y aún faltan algunas horas para que comiencen a llegar los artistas, quienes preparan todo antes de la función. Me recibe Estefanía Sánchez, mejicana quien ahora está trabajando en el área de marketing.

Mientras vamos entrando a la pista de hielo, Estefanía cuenta que han sido meses duros para el Circo Ruso. El 25 de marzo, ella estaba en Copiapó preparando el espectáculo que se presentaría esa noche en Chañaral, a petición de su alcalde. Aprovechando su función de encargada de marketing del circo, llamó al dueño de la radio local para avisarle a la comunidad sobre la presentación. Al otro lado del teléfono, no hay mucho tiempo para concentrarse en espectáculos.

-Me dice 'señorita, hay un desastre acá, están avisando que todos tienen que evacuar porque se desbordó el río, se está llevando todo.."- dice Estefanía.

El río Salado, que durante años ha permanecido seco debido al aprovechamiento de sus aguas decenas de kilómetros más arriba, bajaba enfurecido llevándose casas, autos, personas, y la enorme carpa para 1.500 personas que ellos tenían para su show. El río literalmente destruyó el circo en dos, y ninguno de los dos lados sabía que había ocurrido exactamente en la otra orilla del desastre. Tuvieron que pasar cuatro largos días para tener algo de comunicación.

Estefanía llegó al otro día a ver qué había pasado: el barro había arrasado con la carpa, vestuarios y containers. Mientras empezaban de nuevo, el gremio circense de Chile les envió un camión lleno con comida y ropa para afrontar la desgracia.

-Cuando tú vas a ver eso, piensas qué vas a hacer, cuando vives de esto, es tu fuente de trabajo, dice Estefanía, quien me ofrece los patines para subir a la pista de hielo.

SOBRE LA PISTA

Un patín de hielo es muy parecido a los de ruedas, sólo que se reemplazan por una pieza de metal. Recuerdo que en una navidad, cuando tenía como ocho o nueve años, mis viejos me regalaron unos patines, antes del boom del scooter. Todos los niños del pasaje tenían patines, o de esos zapatos que incluían unas rueditas. Sujetado a un poste y tiritando, me lancé a la calle. En menos de dos segundos estaba en el piso, con las rodillas sangrando, llorando para que llegara mi mamá. Estaba como a tres cuadras de la casa, así que mami no llegó.

Quince años después, estoy otra vez con patines, pero uno: mami está a dos mil kilómetros de acá, y no hay un poste cerca. No tengo susto. Estoy muerto de susto.

-Tienes que poner un pie en diagonal -me dice Estefanía, dando instrucciones- Uno ahí, el otro ahí… Ehhh.. ¿sabes qué?, mejor me voy a poner los patines para ayudarte ¿bueno?

Al rato ella está sobre la pista, y ella trata de conversarme y mirar a los ojos, para que yo agarre confianza.

guango

Me río mucho, estoy nervioso, pienso que mi cara va a estallar contra el hielo y quedar ahí, como cuando uno le daba un 'lengüetazo muy rápido al centella y la lengua quedaba pegada, segundos desesperantes antes de tomar la decisión si esperar a que se derrita el helado, o perder un trozo de lengua. Pero a los pocos minutos, estoy patinando. Digamos, no patinando, pero al menos deslizándome decentemente sobre el hielo.

EL APLAUSO

Acá las patinadoras empiezan a los tres años a hacer sus piruetas sobre el congelado piso. Son vidas de circo, de viajar de ciudad en ciudad, de tener muchos amigos, pero verlos casi nunca. Acá pasa que las niñas se enamoran de los chilenos y terminan quedándose. De hecho, el día anterior a esta visita una de las chicas rusas decidió desertar por amor, y casarse en La Serena. Pero también pasa al revés: Eddie Ventura (22), aprendió hace seis años solamente a patinar, y entró al circo siguiendo a una mujer.

-Son locuras que no haces por amor. Llegué acá y me tiré a los leones, la niña del circo me dio su confianza plenamente.

Los dueños le dieron un mes para aprender y ser parte del espectáculo, porque acá necesitaban profesionales. Han pasado los años, la chica ya no está con él, pero Eddie sigue siendo parte estable del show. "El circo es mi vida", dice. "Hay una libertad tan grande, tan libre patinando, es increíble".

45 minutos de entrenamiento y al parecer debería estar listo para ser Aladdín, porque en un rato ya estoy listo con el traje. Estefanía me deja para dar paso a Paloma, la patinadora chilena que representa a Jasmin en el espectáculo oficial.

-Vamos a hacer un vuelo en corva, ¿vale?- me dice, como les contaba al inicio. Cuando me dicen que deberé sujetarme de unas cuerdas y volar, siento que mis piernas olvidaron hasta caminar. La pista de hielo debe mantenerse a temperaturas bajo cero, pero yo estoy transpirando como bestia.

-¡Sube!- le ordena Jasmin a Mora, el amigo encargado de la escenografía. Yo con un cordel y ella con otro. En el aire, ella me da instrucciones, pero a la primera hago puras estupideces. "¡La pierna estirada!", dice. Yo la tengo flectada. "¡Estira el brazo!"… y yo mirando hacia la cámara. El porfiado alumno llega al piso hasta mareado. Todos ríen. Hasta yo, de puro susto.

Volvemos a hacerlo, y la cosa al parecer va mejor. Me preocupo de mirar a la cámara e imitar la pose de Jasmín, quien no deja de sonreír en ningún momento. Nos tomamos fotografías y volvemos a piso. Comienzan a entrar los artistas de la noche, y debo dejar mi papel de Aladdín. Mucha paciencia tuvo Jasmín conmigo, después de todo.

Al despedirme de la carpa, me quedo conversando con Eddie. La pasión del circo la lleva en sus venas de tal forma, que hasta una persona que no sabía patinar, como él, llegó a ser uno de los primeros chilenos en hacer el salto mortal sobre hielo.

-Esto es confianza, plenamente confianza.

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