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El hombre de las lavadoras que no tiene su propia lavadora

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Mire, le voy a decir una cosa. Esas lavadoras chinas son lo más malo que hay, si en Santiago valen cuarenta lucas, es mala-mala porque son chinas poh.

Don Wilter Prieto, sentado en una mesa donde se apila la ropa, debe ser la persona que más sabe de lavadoras en la ciudad, incluso en el país si se quiere. Don Wilter es el hombre que sabe.

Con décadas en el mundo del arreglo del lavado a domicilio, no hay máquina que no conozca. En su casa, en la esquina de un pasaje entre Huamachuco y Héroes de la Concepción, tiene el antejardín lleno de lavadoras. Decenas de añejas máquinas, motores, fierros retorcidos, que se apilan como si fueran legos, con el cuidado que no salga ni un solo centímetro a la vereda, porque los vecinos, al no comprender la naturaleza lavadorezca de don Wilter, le han reclamado por tener tantas.

-Me estoy proyectando en esto, tener un taller y todo… Pero yo tengo mi blablá- se ríe.

Con esa autodefinición, el hombre de las lavadoras le achuntó al clavo. Habla sumamente rápido, y a veces intercala los temas de conversación. Como todo el mundo lo conoce en Las Pulgas, arregla como mínimo dos lavadoras diarias. Dice que ya conoce a los clientes que son derechos, y los que lo llaman al teléfono para regatearle.

-Hay clientes que piden una mantención, le cobro quince mil pesos, y al final te dai cuenta que no es nah una mantención, es que está mala la lavadora. Y quieren regatear el precio poh. Si la mantención es preventiva, yo la desarmo, y veo poh. Pero uno va aprendiendo eso, si requiere mantención, si requiere reparación, o si la lavadora murió.

CUENTEANDO MINAS

Don Wilter llegó a las lavadoras por su papá, quien también arreglaba de esas antiguas. El clásico modelo redondo blanco con líneas negras, ahora luce como carcasa para freir sopaipillas en alguna esquina. Pero en ese tiempo, era un lujo de lavadoras. Él dice que lo hizo de hobby, porque le gustaba, y que a la gente hasta hoy le pregunta.

-El secreto- dice- es que yo estudié en la UTE (Universidad Técnica del Estado). Yo viví la educación antigua poh, que era buena. Yo no pagaba ninguno en la universidad, (estudiaba técnico eléctrico) pero dejé de estudiar porque me quedé sin trabajo, y yo no tenía para comer poh.

A mediados de los 70, aún sin la reforma universitaria de 1981, se podía todavía estudiar gratis. Don Wilter explica que en la UTE le daban hasta los materiales, pedazos de láminas de cobre para que él las moldeara. Ahora dice que nadie da nada, que los profesores no hallan las horas de irse a colegios particulares para ganar más plata, que todo se mercantilizó, que el gobierno sigue dándoles plata a monstruos que generan utilidades enormes.

-Me gustaría que de volviera el pasado no por volver al pasado, sino porque estaba bien. Ahora un gallo particular arrienda una casona, y altiro es universidad. Si hasta sacai un cartón por internet poh… y ahí están las consecuencias. Porque era algo ficticio, por puro pescar plata, dice.

Llegó a estudiar hasta el 75 en la UTE. Eran tiempos donde llegaban señores desconocidos a sacar compañeros y no aparecían más. No pagaba ni uno, si yo era pobre, vuelve a repetir don Wilter. Y tenía sus tácticas para sobrellevarlo.

-En mi curso habían más mujeres que hombres, y yo me engrupía a las niñas para que me invitaran a tomar té poh- dice el hombre de las lavadoras. Quedamos sorprendidos. Ahora tienes que hacer una inversión importante para cuentearte una mina, y en ese tiempo don Wilter arrasaba, pero sólo para poder comer algo. "Pero obviamente me engrupía a las más feítas…" se ríe.

LAS COREANAS

Don Wilter está tirando para arriba con esto de las lavadoras. No la ha pasado muy bien en los últimos años, dice. Pero lo llaman a cada rato, y se hace sus buenos pesos, entregando un servicio que -dice- está garantizado. O sea, si usted vive en la Coviefi y pide que le arreglen la lavadora, y cuando se la devuelven suena medio raro, don Wilter va a volver a pegarse el pique a la Coviefi.

-No gano mucho, pero no falta la pega. Pero mire, hay que tener ojo. Hay una empresa chilena que está trabajando con chinos, yo tenía un refrigerador que me duró 25 años, pero eso ya fue. Los chinos les ponen 70% de cobre y 30% de fierro, es como si yo para vender más leche le pusiera agua- insiste.

Al consultarle sobre la mejor lavadora para nuestra casa, don Wilter nos afirma que las LG y las Samsung son claves. Pero ojo, tienen que ser coreanas. Si dice "Made in China", lo más probable es que deje de funcionar en poco tiempo. Pero dice que la gente confía en él, porque las lavadoras las da probadas.

-Mi meta es hacer un taller como corresponde- cuenta. Cuando le pedimos la fotografía final para cerrar la entrevista, a don Wilter como que no le pareció mucho. ("Van a pensar que tengo el mal de Diógenes poh"). Y nos asalta una duda. Una trascendental, existencial, que no podíamos dejar de preguntar. Si don Wilter es el hombre que más sabe de lavadoras, debe tener una lavadora espectacular. Pero no.

-No tengo lavadora, tenía una Daewoo muy buena, pero le saqué un sensor y no la pude usar más. Pero pesco cualquiera del patio, la desarmo, la armo, y la uso. Lavo mi ropa ahí, por eso las doy probadas- dice don Wilter, el hombre de las lavadoras. J