De la salud financiera a la salud social
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Fenómenos contrastantes son los que ofrecen las informaciones de la prensa nacional en los últimos días. Mientras las páginas políticas y económicas se llenan de pánico hablando de 'frenazo, estancamiento y desaceleración'; también nos informan, desde el mundo ejecutivo, de condenas e investigaciones por operaciones financieras irregulares.
La reacción social para estos dos tipos de informaciones es, a decirlo menos, digna de analizar.
Si las cifras de crecimiento no cumplen las expectativas, inmediatamente pareciera que todos somos culpables, que lo estamos haciendo peor que antes, que es momento de ajustarse el cinturón y que cualquier noticia negativa es 'un signo de la desaceleración'. En tanto, cuando reputados hombres de negocios solo reciben multas por operaciones ilegales se escucha decir que 'la cárcel es para los pobres'.
Siguiendo con el repaso informativo, casi colada pasó una información entregada por un destacado matutino la semana pasada: 'la tasa de suicidios casi se ha triplicado en dos décadas'. Se investigó la relación entre latitud y estados depresivos, comprobándose que las probabilidades aumentan a quienes vivan en el sur y que los hombres están más expuestos por dos factores: miedo a la soledad y vergüenza a reconocerlo.
¿Cuánta culpa tiene de esto un sistema que condiciona nuestro bienestar social a aspectos materiales y que, cada vez que tambalean nuestras circunstancias socioeconómicas, nos genera a nivel psicológico una contagiosa pandemia de incertidumbre, inseguridad y miedo?
Borja Vilaseca, periodista catalán y experto en responsabilidad personal, afirma que nuestra sociedad padece una enfermedad llamada 'infelicidad'. 'Está compuesta por un sistema monetario que arrastra una deuda perpetua e insostenible, unas empresas codiciosas e ineficientes y unos seres humanos desconectados e infelices, cuya existencia carece de propósito y significado'.
En un entorno en el que parecieran valorarnos más como empleados, clientes y consumidores que como seres humanos, es absurdo creer que nuestra 'salud social' depende de las cifras de crecimiento. ¡Cuántas veces hemos repetido que 'el dinero no hace la felicidad'!
Otro reconocido refrán dice 'cuánto tienes, cuánto vales'. Precisamente ese tipo de valoraciones son las que nos hacen engrosar las estadísticas más tristes que podemos recibir, el aumento de personas frustradas que atentan con sus vidas.
Alexis Apablaza Campos
Master en Comunicación Empresarial Universidad de Barcelona IL3
Magíster en Comunicación Corporativa y RSE Universidad Andrés Bello