Capeando un violento temporal
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Una peligrosa y espectacular situación vivió la tripulación del acorazado 'Almirante Latorre' en el puerto de Valparaíso al amanecer del día 22 de mayo de 1940, al adquirir especial virulencia un temporal con olas gigantes que pronto pasaron fácilmente las instalaciones del molo de abrigo.
En estas circunstancias el buque comenzó a garrear chocando finalmente contra la roda del viejo vapor 'Palena', fondeado en línea de pontones.
Al separarse ambas naves en medio de la furia del temporal, el 'Latorre' comenzó a virar sus anclas para abandonar el puerto.
Una de estas se trabó botando la proa hacia babor acercándolo al vapor Apolo a tal extremo que el costado de estribor del buque de guerra golpeara a esta embarcación, rompiéndose con ello la escala y una plancha del acorazado.
Se ordenó entonces desengrilletar la cadena y largar el ancla con un orinque y boyarín
El Jefe del Estado Mayor de la Escuadra en esa época, capitán de navío Guillermo del Campo Rivera, en ausencia del comandante que se encontraba en comisión en tierra, trató de salir de la bahía, mas las condiciones evolutivas del buque habían disminuido considerablemente por haberse enredado espías y cadenas en la hélice de babor.
Agravada esta situación ante la presencia del vapor 'Lota Schwager' y la proximidad del dique flotante y de la fragata pontón 'Lautaro', el experimentado marino optó por la audaz maniobra de adentrarse en la poza.
El acorazado había logrado sortear estas nuevas dificultades y salía airoso de tan peligrosa situación. Los espectadores ansiosos de presenciar esta inesperada maniobra marinera, se agolpó en cerros y paseos porteños pudiendo comprobar desde lo alto el exclusivo espectáculo donde el gran buque de guerra conducido con coraje por oficiales, suboficiales, marineros y grumetes continuaba su marcha para atracarse a los sitios 3 y 4 de la Aduana teniendo pleno éxito en una tarea de relevancia náutica de alto nivel profesional donde destacaron entre otros, el entonces Teniente 2º Daniel Arellano Mac Leod.
Jamás había entrado a la poza del puerto una nave de tal envergadura y más aún, sin ayuda de práctico.
¡Viva el alma y espíritu marinero, siempre presente en las cubiertas de nuestros buques! ¡Viva Chile!
Atentamente.
Manuel Chamorro Moreno
Suboficial (R) Armada Santiago, 23 de mayo 2014