Secciones

Volver los ojos al pasado para entender el presente

E-mail Compartir

Cada uno de nosotros tenemos una historia que nos enraíza con la contemporaneidad. No es diabólico volver los ojos al pasado, reflexionar sobre lo que fuimos, que tiene mucho que ver con lo que hoy ocurre, para aprender de las necedades de otro tiempo, y trazar horizontes más hermanados. Realmente, el ayer es el comienzo de lo que ha brotado, para bien o para mal, pero que está ahí, y como tal, parte de nosotros, que somos eternos buscadores de verbos, activistas de renovados aires ansiosos por acariciar la verdad, exploradores de espíritus anhelantes, conductores de sueños con deseos de convivencia.

Ciertamente, en este mundo globalizado se han acortado las distancias físicas, pero las del corazón humano se alejan. Si viéramos en los demás nuestros propios latidos, seguramente tendríamos otras actitudes más comprensivas, otros lazos más armónicos, otras vidas más nuestras en un espíritu de cooperación. Todos nos necesitamos en este peregrinaje por la vida. Lo que sucede es que nos hemos dejado regir por la avaricia de los poderosos, sin escuchar a quienes no poseen riqueza alguna, que por cierto cada día cuentan menos en los incorrectamente denominados Estados sociales, democráticos y de derecho.

Efectivamente, nada permanece firme en esta vida, tampoco nuestra historia para entendernos. Nosotros mismos en cada amanecer ya somos diferentes. La realidad es que hemos destruido, más que construido, y lo primero que hemos desmoronado ha sido el vínculo afectivo humanitario. Lo hemos hecho con tal egoísmo, que a diario somos arrasados por el huracán de las injusticias más horrendas. Cuando se pierde el respeto por la misma especie se levantan muros intransitables, que en lugar de fraternizar, se repelen abriendo luchas e impulsando desencuentros. La mayor colisión germina de la propia justicia humana, que suele llegar tarde, mal y nunca. La realidad es que domina el imperio del más fuerte. Las masas trabajadoras vuelven a estar sometidas a una miseria cada día más dura, con salarios indignos que fomentan la exclusión, y en condiciones verdaderamente arcaicas.

Está visto que actualmente no podemos controlar ni nuestro personal cometido, cuando a todos nos incumbe por igual gestar el futuro que queremos. Sin duda, deberíamos acudir más a los interrogantes y a los recuerdos para trazar ese porvenir que todos estamos obligados a cosechar en unión. En cualquier caso, debemos usar toda nuestra creatividad por implantar un mundo gobernado de otra manera, que propicie la fraternidad como norma y el bien de todos y de cada una de las personas. En este sentido, resulta primordial reflexionar sobre lo vivido para realizar algo importante que destierre la pobreza, poniendo a disposición de todo ciudadano recursos sociales mínimos hasta el momento actual impensables. Por algo se empieza.

Víctor Corcoba Herrero

escritor