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Las confesiones del obispo que apoyó las movilizaciones de Calama

Guillermo Vera fue designado como obispo de Iquique y se va de la capital loína tras diez años.

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l Bryan Saavedra López

Guillermo Vera espera a la gente en la entrada de la catedral de Calama, los saluda amablemente antes de que entren al templo y ya queda poco para que empiece la misa, también queda un poco más de un mes para que se vaya de la ciudad, ya que hace 10 días el Papa le solicitó que asuma como el nuevo obispo de Iquique.

Guillermo Vera es sacerdote desde 1982 en la Diócesis de Santiago, luego en la de Melipilla, donde es nombrado obispo para la prelatura de Calama.

En el Estadio Techado un 31 de mayo 2003 asume su nueva misión. "Fue mi primer gran encuentro con toda la comunidad cristiana católica de Calama", recuerda Vera.

Guillermo Vera ha compartido las alegrías y las tristezas de los calameños y se ha hecho cercano a las demandas de la ciudadanía por una mejor calidad de vida. "La iglesia no se trata sólo de rezar, yo creo que el señor nos invita a todos a un compromiso de la transformación del mundo", aclara.

El obispo considera que vivimos en una ciudad de esfuerzo, bendecida por las riquezas de sus entrañas y la inmensidad de sus paisajes donde pareciera que están las condiciones para un buen vivir. "Pero vemos que no siempre es así, vemos que entre nosotros hay grandes diferencias sociales e injusticias, que Calama no tiene todo lo que debiera tener, más todavía que es una ciudad que ha aportado tanto al resto del país", reflexiona.

Vera participó de las movilizaciones por un Calama mejor incluso para en junio de 2011 anunció que las campanas de todas las parroquias y capillas sonarían en señal de apoyo, durante una marcha programada por ese entonces.

El hombre también se caracteriza por sentir un gran amor y responsabilidad por los pueblos del interior de Calama, donde considera que hay verdaderos tesoros arraigados en sus tradiciones. Uno de ellos es la fiesta de Ayquina.

La catedral está repleta, incluso hay personas de pie de todas las edades. La voz del obispo se escucha fraternal por todos los parlantes del templo.

El hombre siempre acompaña sus diálogos con gestos no verbales hasta que llega el momento y le anuncia a la comunidad que debe partir de la ciudad. "Para mí han sido años muy plenos, llegué a ser obispo con ustedes y para ustedes". Cuando pide que lo encomienden en su tarea en Iquique los fieles lo aplauden sin parar y algunos ya comienzan a ponerse tristes por su partida.

Sin duda una de las últimas actividades que tendrá el obispo será la misa que oficiará para el aniversario de Calama.

Vera está preocupado por el hospital a medio construir, por las personas enfermas graves que deben viajar a Antofagasta para ser atendidos y por la falta de especialistas en la ciudad. Asegura también que es necesario que Calama se reinvente pensando en el futuro. "El cobre no lo es todo y la ciudad tiene que seguir viviendo", afirma.

Luego del aplauso, al final de la misa Guillermo Vera se despide de los fieles calameños, pero todavía queda la última despedida.

Su voz sigue escuchándose en todo el templo pese a que ya no hay parlantes ni personas. Reflexiona que Calama es una ciudad donde mucha gente tiene grandes posibilidades de surgir y de estudiar y hay otros que no las tienen.

"Estar acá ha sido hermoso, que me voy con pena por los vínculos que uno crea con la comunidad". J

El obispo de Calama, Guillermo Vera considera como algo "notable" el hecho de que Calama ahora considerada una diócesis, ya que hasta el 2010 sólo era una prelatura. Esto implica en que tenemos una iglesia más organizada, con mejor infraestructura, más religiosas y sacerdotes. Otro hecho que destaca es que la fiesta religiosa de Ayquina ahora sea conocida en todo el país.