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El culto por la Zumba en una población de Calama

Cuatro focos de luz iluminan a más de 50 personas que liberan energía. Hay de todas las edades, vienen en familia, entre amigos y pololos. Todos gritan ¡zumba!

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lBryan Saavedra López

Son las 8:20 de la noche y desde lejos se escucha fuerte un reggaetón mezclado con los gritos de las personas que practican ejercicios y bailan en una cancha de baby fútbol. El horario es óptimo y todos se ven atrapados por lo nuevo del verano, la zumba. Carito, así prefieren que le llamen, es la instructora del grupo de gente que viste-en su mayoría- ropa deportiva.

Carito es nacida en Chuquicamata y llegó a Calama a los cuatro años, directo a la Vista Hermosa. Mide cerca de 1 metro 50, es ágil y fuerte, no tiene vergüenza al gritar, al mover sus piernas-caderas- cintura y se alegra porque cada vez llegan más personas a su clase. La joven de 22 años cuenta que, a ritmo de la zumba, las personas vienen a despejarse, liberar tensiones y problemas que dan vueltas en su cabeza.

Carito mira directamente con sus ojos claros al relatar que la zumba ha sido una forma de interactuar nuevamente con personas, ya que gran parte del 2013 lo pasó con pequeño su círculo: sus padres, su pareja y Amelie, su hija de un 1 año y 3 meses que se pasea por la cancha.

La joven instructora recuerda que ella nunca quiso dedicarse a la vida fitness como su madre, quien es instructora de aeróbica y step. Pero una noche de noviembre de 2013, previa a la certificación de su madre como instructora, tiene un sueño que la iluminará para escapar de su monotonía.

El sueño que tuviste ayer

En el mundo onírico de Carito se ve a ella misma haciendo clases frente a un grupo y obteniendo la certificación. Motivada por su madre viajan a Santiago a pasar un día entero con los sex (instructores de zumba) en la Academia de Rodrigo Díaz (ex chico Rojo) donde su sueño se hace realidad.

Los dirigentes de su población la apoyan para que logre instalarse en la cancha para dar clases de zumba. Y llega el gran día, el 2 de diciembre de 2013 frente a un grupo de casi 40 personas Carito da su primera clase.

- Yo estaba súper nerviosa y me perdía harto en los pasos y después, ya de a poco, más que agarrar confianza, lo fui pasando cada vez más bien en mis clases- recuerda Carito.

Con la zumba Carito sale de la monotonía de su hogar al igual que su pequeña familia. Comienza a compartir con la gente y a recibir cariño por sus clases. Pero hay un detalle, cada vez las familias se multiplicaban y la cancha se llenaba de gente gritando ¡zumba! Llegaron hasta 55 personas a comienzos de 2014.

- Yo le agradezco a la zumba porque a mí me sacó que la rutina. Mira yo estaba insoportable, yo creo que tenía hasta depresión, no tenía nada que hacer. Me dedicaba solamente a mi hija.

La música que escapa del reproductor de Windows Media permite que las personas se alegren cuando les toca interactuar, el grupo se arrodilla, se dispersa, grita, se divide y se vuelven a juntar formando un remolino de personas. Su energía se siente en todo el lugar, no paran la coreografía pese a que algunos disimulan sus errores con sonrisas.

- En una clase de zumba se pueden quemar desde quinientas a ochocientas calorías dependiendo de la intensidad que vaya poniendo cada persona- explica Carito.

Siete hombres, incluyendo al instructor/pareja de Carito son los que vienen a la cancha. Van más de 40 minutos de clase y en las pausas la gente aprovecha de hidratarse con agua o suplementos deportivos, ya que la mayoría tiene botellas de plástico a su lado.

Alain, así se llama el pololo de Carito, cuenta que él vio que ella podía tener una vida fitness al igual que su madre. Por ello es que se motivó a aprender zumba para que Carito vaya a capacitarse. 'Que mi amor tienes que practicar para que no llegues nula a la certificación