Una anónima apoyó a la familia para ser trasladado hasta Llay Llay.
Murió sumido en una inmensa soledad y a cientos de kilómetros de su familia, con quien dejó de mantener contacto cuando se vino al norte.
Francisco Javier Cornejo Soto de 38 años, falleció el año 2006. Desde esa fecha, nadie lo reclamó y su cuerpo quedó en el Servicio Médico Legal de la ciudad.
Los años comenzaron a avanzar y nadie se acercaba a preguntar por él. Las pericias permitieron identificarlo, sin embargo eso no fue suficiente.
Su familia aparentemente no tenía los recursos económicos necesarios para costear el traslado hasta su ciudad natal.
Fue una calameña que no tiene ningún vínculo con el hombre, quien se puso en campaña para enviarlo junto a sus seres queridos.
Supo del caso y comenzó a contactar a algún cercano. Juana Godoy consiguió ubicar a una sobrina, quien le contó que era imposible hacer algo por quien fuera su tío.
Conmovida por la historia y por el largo tiempo que llevaba fallecido sin una cristiana sepultura, consiguió los dineros necesarios para realizar los trámites.
Francisco murió muy joven. Su adicción al alcohol no sólo lo alejó de los suyos, sino que además terminó acabando con su vida. Falleció a raíz de una intoxicación etílica.
"Yo he conocido a hartos a los que he ayudado y cuando caen en este problema (alcoholismo), la mayoría se aleja de su familia y después se quedan solos", comentó Juana.
Hace un par de días y cuando comenzaba a registrarse el octavo año en las dependencias del Médico Legal, al fin pudo regresar a sus tierras, con la ayuda de una mujer que jamás cruzó palabra con él en vida, pero que pese a eso, quiso ayudarlo.
Su familia está inmensamente agradecida por este noble gesto de la vecina, quien dijo no buscar retribución alguna, solo el entregar una despedida digna a una persona que partió en soledad.
El hombre nunca se casó, tampoco tuvo hijos, por lo que su única familia son sus hermanos y sobrinas, quienes finalmente lo sepultaron en el cementerio de Llay Llay.
Siete años, en que nadie lo reclamó, salvo alguien que jamás supo de él, hasta que partió. J