Cartas
Carta a un amigo
Para Arturo Pizarro:
Todavía no sé porqué demoré tanto para escribir esto que no es ni tributo ni homenaje que suele hacerse a quien fallece. Solo emprendes un viaje más, de los tantos a los que ya nos tienes acostumbrados.
Eres "bien" especial Arturo, a veces escucho decir a alguien esto como reproche o crítica, por el tono con que lo dicen, digo yo. Y cómo no, si así solemos definir a quien dice las cosas por su nombre, que no se anda con eufemismos, al que es asertivo, al que no da ni recibe explicaciones. "Las acciones son las que valen, si son buenas mejor", siempre lo dijiste, corto y preciso, o seguramente porque no eres un dechado de simpatía, eso para los que no te conocen.
Sí que eres especial, amigo de tus amigos, acudes raudo al llamado cuando alguno de ellos te necesita sin importar dejar todo de lado. Especial para recibir en tu casa con atenciones especiales, todo tenía que ser de lo mejor. Independiente que tengas los recursos para dar, prestar o servir, otros los tienen y nunca dan nada.
Especial para resistir con fuerza los embates con que te golpea la vida, como la pérdida temprana de tu esposa, como no estar cerca de tus hijos por, como la ley de la vida, ellos formaron su familia y volaron del nido. Esforzado y especial para salir cuando empezaste tus negocios y algún que otro traspié con ellos.
Digno y valiente para llamar y decirme que como el yoghurt tienes "fecha de vencimiento", pero que con urgencia te preparé el chupe de guatitas y leche asada. Desde entonces vivo un desasosiego, debe ser que te esperé aquietar el espíritu para escribirte.
Quiero contarte que con mi hijo mayor y mi nieto esperé el año nuevo con toda tu familia. Fue entonces que me di cuenta cómo el concepto de empatía se hacía carne en cada uno de ellos. De verdad fue algo increíble y hermoso verlo, todos esforzándose para reír y sentirse contentos cuando la pena y la nostalgia por tu ausencia les hacía trizas el corazón. No quise ser menos y en medio de los hermosos fuegos artificiales mirando al cielo, brindé por ti en respetuoso silencio.
No me quedo en deuda contigo, pues estando aún sano siempre te dije ¡Te quiero Arturo! Te cuento mil veces las mismas anécdotas que me pides y cada vez te ríes a carcajadas.
Hoy me siento mejor, aunque te confieso que solo lloré cuando abracé a tus hijos.
Escribo en tiempo presente, porque no quiero sentir que has muerto ni en el papel.
Otra vez y siempre querido Arturo.
PD: Manuel Núñez (Suecia) ¿Conforme?
Irma Baxter