Cartas
Oración (parte 2)
¿Por qué nuestra oración no llega a Dios? Aquí están algunas de las causas:
Primera, el hombre le dice a Dios: "Dame la tierra y quédate con el cielo". Materialismo se llama esto. Nada, que pedimos a Dios cosas terrenas, de la tierra: salud y dinero, trabajo y suerte, aprobados y ascensos. ¿Y de las cosas espirituales: la gracia y la fe, fidelidad a Dios y honradez de conciencia, sentido de la justicia y de la Iglesia, vivencias de Dios e ilusión por los destinos eternos?
Segunda causa, el hombre le dice a Dios: "O me das la tierra o te quedas con el cielo". Empecinamiento. Para algunos cristianos, la oración es una partida de "parcheese". Entran en el templo, tiran los dados de su oración a rodar por el tablero mágico del altar y una de dos: o les toca, y entonces malo, o no les toca, y entonces peor. Este no es el Dios auténtico, sino pagano. Oración comercial.
Y tercera causa: el hombre le dice a Dios: "Dame el cielo y de la tierra ya hablaremos". Esta oración sí llega al trono de Dios. Este hombre o mujer que sí oran serán escuchados por Dios, y sabrán sobreponerse a esta sociedad materialista, hedonista, sexista, laicista, neopagana, decadente... y serán hijos de Dios, cuando la mayor parte de los hombres se quedan en hijos de hombres, del tiempo y el ocaso.
Finalmente, orar pidiendo algo a Dios no significa dejarlo todo en sus manos y nosotros sentarnos en el sillón de la pereza. Moisés, aunque hoy aparezca orando con los brazos elevados, no es ciertamente una persona sospechosa de pereza e inhibición. Fue el gran servidor y conductor activo del pueblo; pero daba a la oración una importancia decisiva. Tampoco Jesús nos invita a la pereza: en la parábola de los talentos queda claro que debemos hacer rendir los talentos de Dios para bien de todos. También hoy queda claro que Dios no está obligado a darnos lo que pedimos. Él sabe lo que necesitamos. Será San Agustín quien nos dirá por qué Dios no nos escucha, o nos escucha con el silencio. Y lo dice de forma lapidaria en latín, su lengua, jugando con las palabras: "Cuando nuestra oración no es escuchada es porque: autmali, aut male, aut mala. Mali, porque somos malos y no estamos bien dispuestos para la petición. Mala, porque pedimos cosas malas, o van a resultar, por alguna razón, no concenientes para nosotros". La ciudad de Dios, (20, 22). Jesús acaba su parábola con una pregunta desconcertante: "Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?" Sin la oración llena de fe, no moveremos las montañas de nuestros problemas y los de la humanidad y de la Iglesia.
Vicente Maiso
presbítero
Parroquia Los Doce Apóstoles