El pampino que mantiene vivo el espíritu de las salitreras
En 2003 Celestino Araya empezó los trámites para construir el Liceo Salitrero. Hoy, este lugar en el Liceo A-22 La Portada, congrega a todos los que quieren recordar cómo fue el auge de este mineral y la época de la pampa.
Ubicado en la intersección de las calles El Roble con San Miguel se encuentra el Liceo A-22 La Portada, lugar que no sólo alberga aulas de clases, sino que también un pequeño rincón en donde el tiempo parece haberse detenido en la época del auge de la industria del salitre chileno: es el Museo Salitrero.
Ahí dentro, el pequeño pero al mismo tiempo importante espacio, es cuidado y administrado por Celestino Araya de 81 años.
La ubicación no pudo haber sido mejor. El establecimiento se encuentra rodeado de las poblaciones Villa Frei, Salitreras Unidas, Salitre Bajo y Libertad, todas ellas albergan a familias hijas de la pampa, del imperdonable calor del desierto y del trabajo propio en la minería de las primeras décadas del siglo XX.
Oriundo de la oficina Santa Luisa en las cercanías de Taltal, luego pasó por Chacabuco, Vergara, Pedro de Valdivia en la década del 40' y en los 70's arribó a Antofagasta.
Dirigente vecinal y siempre preocupado de mantener sus orígenes vivos, Celestino Araya tuvo la idea de buscar un sitio para que todos los pampinos pudieran recordar la vida salitrera y lo encontró en este recinto educacional, en donde trabaja desde 2003 como presidente del proyecto Liceo Abierto a la Comunidad.
El museo
La idea de inmediato la aceptó la directora de ese entonces Luz Barraza y luego el trabajo consistió en encontrar el financiamiento y apoyo, por lo que se reunió personalmente con el alcalde de ese entondes, Daniel Adaro.
Hasta que finalmente llegó el momento tan esperado: en febrero de 2009 se realizó la inauguración oficial de este museo, cuyo costo alcanzó los 37 millones de pesos.
El diseño, corrió por cuenta de Jorge Honores, un arquitecto de la Municipalidad de Antofagasta.
Con una construcción hexagonal, el viaje en el tiempo es inmediato. Juguetes, dinero, fotografías, máquinas, pesas, hasta dulces y muchos artículos de la época, algunos de colección propia, otros donados por vecinos a esta obra. En el centro de la estructura destaca un automóvil para niños, construido completamente de lata y que correspondía a uno de los tantos métodos de entretención de aquellas décadas.
Fuera del valor histórico, el objeto tiene una gran valorización sentimental ya que el juguete confeccionado en una maestranza de María Elena en 1940, corresponde a uno de los primeros en la colección y que lo obtuvo gracias a que una vecina se lo regaló. Ese fue el punto de partida, para nunca más detenerse en su ímpetu de mantener viva el espíritu propio del trabajo en el salitre.
Aunque eso es la punta del iceberg, ya que el administrador cuenta que son cerca de 500 artículos propios del mundo del salitre los que tiene en su colección personal y que por razones obvias, no alcanza a mostrar en este pequeño rincón.
"Acá no teníamos un espacio donde juntarnos, porque todos los que vivimos en este lado (refiriéndose al sector) somos de la pampa...y nació la idea, gracias a Dios nos dio resultado", dice Araya.
También saltan a la vista las paredes del museo, las que están adornadas por varios murales, plasmados con el pincel del pintor local Luis Nuñez.
Fotografía
Para eso se contactó con el artista y una vez que obtuvo los recursos, le encomendó la tarea de pintar los rincones de Santa Luisa, Coyasur, Vergara, Pedro de Valdivia y María Elena.
Por ahora dice estar enfocado en la fotografía antigua de esos tiempos. En el museo se encuentran en varias vitrinas, las mismas que se dedica a mostrar en algunas exposiciones y charlas en otras comunas de la región.
Se ven muchas colecciones de fotografías que aparecieron en la Revista Pampa, una publicación de la época que recogía el acontecer del trabajo en las oficinas de la zona nortina.
"El otro día vino una señora que jugó básquetbol en María Elena y no tenía ningún recuerdo para mostrarlo a sus familiares. Ella vino de Santiago junto a su familia y se encontró en una de las revistas y se emocionó mucho. Entonces, esa es la idea", añade el encargado.
Por ahí, hay una fotografía en la que él mismo aparece junto a un equipo completo de fútbol. La leyenda de esta imagen lo dice todo: Selección de la Oficina Pedro de Valdivia de 1947.
Alumnos
Fanático del fútbol hasta los huesos, el pampino dice que jugó de puntero derecho y después el 54' comenzó a ocupar la camiseta número 8, un mediocampista de tomo y lomo.
El hecho de que un museo como este se encuentre en un establecimiento educacional, facilita el contacto de Celestino con las nuevas generaciones de estudiantes.
Pero contrario a lo que pudiese pensarse, son los adolescentes de este liceo los que han demostrado bastante interés y se acercan para que Celestino les narre sus vivencias y el cómo se vivía en las oficinas, las mismas que hoy descansan bajo el calor del desierto y cubiertas de polvo, debido al paso de los años.
"Ha sido algo muy bonito porque se vienen a conversar conmigo, me preguntan y yo les explico de los objetos que hay aquí. Con una plancha (por ejemplo), les digo 'oye con esa planchaba tu abuelita'...", agrega.
Frente a esto, uno de los aspectos que más rescata es que en el A-22 son varios los estudiantes extranjeros y se han visto muy interesados por conocer cómo fue la historia de las salitreras chilenas.
"Es increíble cómo también ellos se interesan, así que es positivo todo", comenta Celestino.
Incluso en una oportunidad recuerda que un grupo de estudiantes de periodismo lo contactó para una entrevista. Ellos se habían conseguido el dato del trabajo de este pampino de corazón y quisieron documentarlo en uno de los trabajos académicos.
Ahí, nuevamente les explicó a los más jóvenes el acontecer y la vigencia de las empresas salitreras, mostrando sus fotografías y tesoros históricos que guarda en este museo.
A sus 81 años, este hijo de Santa Luisa reconoce que la edad no es impedimento para mantener vivos sus más importantes recuerdos y destaca que aún le queda pila para rato.
"Voy a seguir hasta que el de arriba me diga 'hasta acá llegamos'...El otro día cuando fui a Taltal a mostrar algunas fotografías, la gente quedó admirada y con eso me siento con más deseos de hacer cosas", remata.
Pero al mismo tiempo sabe que la idea es mantener su legado con este museo. Por eso ya tiene en vista a quiénes podrían ser sus sucesores y a quienes preparará para que siga viva la tradición, la misma que parece haber encontrado la fórmula para regresar en el tiempo a una época que marcó un hito en Chile.