Cartas
La humildad en la gruta esperanzada de Belén
Mucho hablamos de futuro y, sin embargo, apenas adquirimos compromiso colectivo alguno; mostrando, en ocasiones, una insolidaridad manifiesta a través de los mismos poderes públicos, provocando humillación y menoscabo en el propio ser humano.
Precisamente, en estos días el mundo cristiano celebra la Natividad del Señor, la cita con Dios que toma vida humana en la pobreza de la gruta de Belén. Verdadera luz, o si quieren verdadera enseñanza de humildad, que debe hacernos cuando menos recapacitar para poder bajarnos de la soberbia, del orgullo, de la vanidad...; de tantas riadas de altivez en definitiva, que entre todos hemos provocado.
Ojalá reencontráramos esa fiesta, no de gente selecta, sino de espíritu humano fraternizado. Entonces sí que sería la verdadera reconciliación, la efectiva fiesta de la paz, el auténtico festín de la luz en comunión con los demás, en vivencia y en convivencia con todos. Esto sí que sería un genuino poder armónico, en el que los extraños dejen de temer ser rehusados, en el que las lágrimas reflejen alegría y no desconsuelo, en el que las sonrisas sean un gesto de esperanza para todos, sin ninguna discriminación.