Geometría del desastre: Fragmentos
ADELANTO DE "LA ESTRELLA"
Sobre el libro
1.
Encendí otro cigarro y esperé que terminara la última canción del disco de Megadeth -que ya había sonado dos veces-, como si con ello todo fuese a terminar de golpe, como si escuchar un disco completo de verdad significara algo, como si la vida fuese el espacio entre un disco y otro y solo en ese espacio se pudiera disfrutar del silencio verdadero.
2.
Ser joven y ser escritor es doblemente difícil, ya que, por definición, ello obliga a vivir furiosamente o, por lo menos, a caer en el espejismo de que si se vive furiosamente se podrá producir una obra más pura. Una pureza semejante a la sabiduría nacida del exceso, como quería Blake. Pero no una pureza al estilo clásico, ni una pureza nacida de la literatura. Nada de eso. La pureza que yo buscaba era la pureza del primer disco de Placebo o del primer disco de Nirvana. La pureza del Unknown Pleasures o del Definitely maybe. Eso es lo que yo quería: escribir una novela que se pareciera más a un disco de rock n roll que a cualquier otra cosa. Y eso obliga a vivir de cierta manera, le dije a Carbonell. Esa furia que describió Miller y que apenas deja tiempo para sentarse a escribir.
3.
Tal vez Carbonell confiaba demasiado en el grupo y por eso escuchaba todo lo que decíamos. Tal vez pensaba que teníamos futuro y que algún día seríamos grandes escritores. Hace tiempo Carbonell lo dijo, pero ahora seguía en silencio sus palabras, de lado a lado, como si tuviera que observarlas desde cerca para poder creer en ellas, como si cada palabra fuese a un grupo de ratas tratando de escapar del laberinto. Y quizá así era. Carbonell era la rata, todos éramos la rata. Y la literatura era el laberinto.
4.
Nota de Carbonell.
El azar de la calle es inevitable. Nada ni nadie puede sustraerse a él en ningún momento. No es un misterio, ni un absoluto, ya que está determinado por el choque de voluntades y por la yuxtaposición de imágenes que la conforman. La ciudad es una suerte de entramado, una especie de mosaico incomprensible, semejante a un animal creado con partes de diferentes animales muertos. Algo así son las ciudades para mí. Están determinadas y determinan. Y no pueden sustraerse a su propio juego de desorden y ruido donde nada significa, pero donde todo es igualmente válido. Quizá esa sea la cualidad que hace que las ciudades sean incluso más terribles que los laberintos. El laberinto tiene un centro, una articulación teleológica que hace que cada pasadizo tenga un sentido único. Las ciudades, por el contrario, son un pequeño infierno. Te ofrecen la promesa de libertad e ilusión de que no hay pasadizos donde perderse, que todo tiene sentido y solo basta escuchar detrás de las paredes para entenderlo. Esa es la narrativa holográfica que las ciudades proyectan frente a sus habitantes. Y mientras estos van de un lado a otro en búsqueda del sentido, la ciudad los atrapa y se encarga de que cada uno termine destrozando a otro tarde o temprano. Por eso, en una ciudad la corrupción es solo cuestión de tiempo y, tal vez, lo mejor sea pensarlas bajo la forma de autoconciencias axiológicamente definidas por el choque de la voluntad de todos sus habitantes.
Nombre: "Geometría del
desastre" (2015)
PRECIO: Gratis
dónde: Desde el sábado en ww.edicioneshurañas.cl