La Estrella va al mundial: un comienzo afiebrado
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Aeropuerto El Alto, La Paz, Bolivia, 3 de la madrugada. Pudo ser en otro momento, pero apareció justo ahí. Nefasto fue el efecto de la vacuna para la fiebre amarilla a al momento de pisar la capital boliviana aunque la intuí con raros calambres en el trasbordo de avión entre Iquique y Arica. Fue una fiebre extraña, demasiado. Estos fueron los síntomas: mareos, dedos acalambrados y hasta una desesperante imposibilidad de distinguir los números de los billetes. Hasta experimenté pequeñas alucinaciones. Por si fuera poco a esto se sumó el soroche o el mal de altura. Era un estropajo. Una vez en el hotel me pusieron oxígeno y dieron mate de coca. Minutos después y como por arte de magia la fiebre amainó. Horas más tarde el turno de la fiebre le cayó a mi colega de viaje, Sebastián.